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Prólogo a la edición en castellano
Afrocuba: Una antología de escritos cubanos sobre raza, politica y cultura
Editorial de la Universidad de Puerto Rico. 1998
Pedro Pérez Sarduy y Jean Stubbs (compiladores)



Ya han transcurrido tres años desde la publicación en el verano de 1993 de la primera edición en inglés de este libro, durante los cuales los temores y esperanzas que habíamos señalado se han ido haciendo realidad. Nuestro temor mayor fue que las manifestaciones racistas llegaran a recrudecerse durante la actual crisis, lo cual es cierto. Nuestra esperanza fue que la presente antología contribuyera a un mayor y continuado estudio sobre las cuestiones de raza, género, clase y nación y que todo ello pudiera contribuir a la formulación de nuevas políticas y a un cambio en los valores sociales. Desde la publicación de AFROCUBA, se ha producido un notable incremento en las publicaciones sobre la cuestión de raza en Cuba, principalmente en el ámbito académico y por especialistas en EE.UU., incluyendo varios cubano-americanos, pero también en Cuba (sujeto, claro está, a las severas restricciones en el campo editorial debido a la escasez que prevalece en la isla).

Estos últimos años han sido testigos de acontecimientos paradójicos. Se ha visto la presencia constante de un simbolismo racial, siendo el más evocador aquél que conceptualiza a la nación como un eterno Baraguá, en referencia a la no-capitulación frente a las presiones norteamericanas, enunciado a principios de esta década -y que tiene estrecha relación con el rotundo rechazo del mulato General Antonio Maceo de firmar a finales del siglo XIX el Pacto del Zanjón con España, lo cual marcó el término de la Guerra de los Diez Años, 1868-78. Según la tradición del actual período revolucionario cubano,1996 fue denominado "Año del Centenario de la Caída en Combate de Antonio Maceo", el legendario e inclaudicable Titán de Bronce que cayó en la manigua un 7 de diciembre de 1896 defendiendo su convicción de patriota y de negro cubano. Otros hechos guardan relación con la manera en la cual los negros cubanos demuestran su respaldo a la revolución y celebran su legado cultural. 

Hacia mediados de 1995, los cubanos comenzaron a notar síntomas de una mejoría en los índices económicos del país que se materializaron a fines de año con un crecimiento del producto nacional alrededor del 2,5 %. Coincidiendo con la celebración del cuarto aniversario de su fundación, miembros de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba, se reunieron el seis de enero en La Habana en casa del difunto babalawo Bernardo Rojas, donde se dio a conocer el oráculo de Ifá para 1996 -Osa Ure- , pero también, por primera vez en cincuenta años y como era la costumbre antaño, esta nueva asociación, que reúne entre otros adeptos a los más prestigiosos babalawos , hizo un análisis histórico del estado actual de la nación. 

Terminada la ceremonia, el babalawo mayor informaba que el mundo y sus mortales estarían protegidos por Obbatalá, el orisha de la paz, creador y dueño de la cabeza de los hombres, sincretizado en el catolicismo con la Virgen de las Mercedes y por Ochún, la diosa del amor, la ternura y la feminidad, también dueña del oro y de las cosas doradas, sincretizada en el panteón católico con la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. 

Al mismo tiempo que se daba a conocer una larga lista de premoniciones y recomendaciones para evitarlas, según lo estipulado, el oráculo de Ifá hacía una recomendación bien específica válida para todo el mundo: preservar los valores familiares y religiosos. Aunque la letra de Ifá no era necesariamente positiva, el babalawo mayor dijo que con la ayuda de Obbatalá y Ochún, los hombres y mujeres podrían superar los problemas que los aquejan siguiendo una serie de recomendaciones que oscilan entre prestar atención a los asuntos laborales para evitar despidos, hasta prescindir de las bebidas alcohólicas y de portar armas de fuego sin necesidad. No había terminado el mes del febrero bisiesto de 1996 cuando curiosamente ocurre un incidente que pudiera haber sido interpretado como si guardara estrecha relación con dos de las primeras ocho recomendaciones de la letra Osa Ure -una, ser prudente y frugal teniendo en cuenta los malos tiempos que se avecinan para el presente año; y la otra y más significativa, tener cuidado de los enemigos, que harán todo lo posible este año 'para destruirnos'. El trágico incidente al que hacemos referencia ocurrió nuevamente mar adentro al noroeste de La Habana cuando el sábado 24 de febrero de 1996 -precisamente el día en que se conmemoraban 101 años desde que se reiniciara la segunda guerra de independencia contra España, aviones de combate cubanos interceptaron y derribaron dos aeronaves procedentes de una base de la Florida, que habían penetrado una vez más en el espacio aéreo y aguas marítimas de Cuba. Como resultado del fuego aéreo perecieron los cuatro tripulantes de las dos naves que eran miembros del grupo conocido como "Hermanos del Rescate", que dirige Jorge Basulto, un veterano mercenario anticastrista de la fallida invasión a Bahía de Cochinos (al sur centro de la isla) en 1961, que se estaba ocupando en los últimos años en el oteo de balseros a la deriva que se aventuraban a través del Estrecho de la Florida en busca de mejores fortunas. Los miembros de esta organización se convirtieron en poco menos que héroes entre los ultraderechistas cubano-americanos en los EE.UU., durante la crisis de los refugiados del verano de 1994. Ese mismo año los dos países beligerantes firmaron un acuerdo en materia inmigratoria. Como se acabaron los llamados "balseros", Basulto se dedicó al nuevo/viejo pasatiempo de irritar a las autoridades cubanas con provocaciones y planes agresivos en abierta violación de los principios de la aviación y de la ley internacional. Y tanto dio "el cántaro en la fuente hasta que se rompe". Los cubanos dijeron "¡basta, es basta!" y dispararon. A modo de represalia y en menos de 48 horas, el propio presidente Clinton anunciaba al mundo que de inmediato pondría en efecto un paquete de medidas para recrudecer el ya férreo bloqueo norteamericano contra Cuba. Luego de firmar espectacular y apresuradamente un paquete de medidas que endurecen las sanciones económicas contra Cuba, la decisión del presidente Clinton comenzó a recibir desde críticas hasta las más firmes oposiciones por parte de países considerados aliados de Washington. 

Es así que frente a lo que puede intepretarse como serias advertencias llegadas a los mortales a través de los babalawos cubanos, las ofrendas y libaciones de los fieles habrían de redoblarse con urgencia porque, "Ifá nunca se equivoca" y lo estaba demostrando con la absurda escalada del viejo diferendo entre Cuba y EE.UU. 

Aquel tipo de evento que tiene lugar en la Epifanía, a principios de enero, se ha repetido con mucha dignidad en los ultimos años y cada vez el reconocimiento oficial es mayor, lo cual se evidencia también en otras formas religiosas. Fue también en febrero, luego de cinco largos años de ausencia, que volvieron los otrora famosos carnavales habaneros, y además, a su antigua sede del elegante Paseo del Prado, en las postrimerías de la Habana Vieja y su barroco eterno. En la década de 1970 las autoridades cubanas cambiaron estas festividades para el caluroso mes de julio, en parte para celebrar el final de la zafra azucarera y una fecha patriótico-revolucionaria, pasando por alto la tradicional fecha de un mes más fresco como febrero.

No obstante todo lo anterior, no es menos cierto que se observa un aumento de las divisiones raciales y se hace igualmente patente el malestar que trae consigo la percepción de tales escisiones. Estas divisiones pueden observarse en el actual proceso de restructuración económica, desde el sector turístico y las empresas extranjeras que realizan sus transacciones con moneda libremente convertible, hasta las remesas de dinero provenientes de EE.UU., cuyos mayores beneficiarios son cubanos blancos.Todo esto contrarresta con la proliferación de un sector predominantemente negro que se mueve en el marco de la ilegalidad y la corrupción de una economía de dudosos mecanismos que está fuera de su control, pero que lamentablemente responde al insidioso nombre de 'mercado negro'. Estas divisiones se manifiestan en una persistente doble moral, como tiene su escenario en la comercialización turística y barata del folklore afrocubano, cuyo telón de fondo es la hegemonía cultural hispana. Estos elementos han traido por consecuencia, de un lado, el síndrome blanco cubano de 'culpar a la víctima' , ya que cada vez aumenta más el número de negros cubanos sin trabajo, en las calles y en las cárceles; y por el otro, la creciente necesidad expresada por muchos negros cubanos de articular una perspectiva negra.

Esto último surgió dentro del ambiente invernadero durante la Segunda Conferencia La Nación y la Emigración, convocada en La Habana por el gobierno cubano a principios de noviembre de 1995 y donde cerca de 400 cubanos residentes en 35 países expresaron libremente sus puntos de vista y su relación con su país de origen. La asistencia y respuesta al evento de unos 40 negros y mulatos cubanos emigrados de ambos sexos y diferentes edades fue muy significativa, sobre todo en cuanto al apoyo tácito a cualquier tipo de medida que pudiera salvar la nación, y porque, por supuesto, el tema de las relaciones raciales cubanas salió a relucir en una de las comisiones, a salón lleno, concebida precisamente para discurrir sobre ese tema con figuras de la intelectualidad cubana versada en estos asuntos. Fue curioso notar cómo proporcionalmente esta elegante representación de cubanos a la conferencia, conciente y orgullosa de su negrura, guarda cierta correspondencia con algunos datos enunciados por diversas fuentes académicas las cuales estiman que más del 90% de los cubanos que viven en el exterior son codificados como blancos. El debate, pues, se extendió durante todo el día y al final quedó exhaustivamente documentado en la relatoría.

Lamentablemente, el tema quedó entre los invitados a la conferencia y un círculo relativamente pequeño de familiares, amigos y conocidos. Ese año la reunión había sido a puerta cerrada, debido a los desagradables incidentes ocurridos después del encuentro previo en 1994. Durante la recepción ofrecida en el Palacio de la Revolución, luego de la clausura de aquella primera conferencia, una invitada cubano-americana residente en Miami, saludó al anfitrión de la fiesta y Presidente de Cuba Fidel Castro, a la manera cubana, con un beso en la mejilla. Aquella acción, recogida por la prensa nacional e internacional en cinta de video y circulada inmediatamente por los canales de televisión de los EE.UU. fue considerada demasiado familiar y atrevida por los super-derechistas que desde el mismo momento en que esa ciudadana regresó a Miami se desató contra ella una paranoica campaña de terror. No obstante, con valiente altanería estuvo presente también en este segundo encuentro.

Muy al tanto de cómo se están remodelando ciertas conductas sociales en Cuba, muchos de los negros cubanos invitados a la reunión se sintieron contrariados al corroborar, ya sea por amigos, conocidos o personalmente ciertos vejámenes que los retrotraerían a la Cuba pre-revolucionaria a los de cierta edad, mientras que los más jóvenes establecían exagerados puntos de comparación con hechos xenofóbicos en su país de residencia. Sin embargo, en uno de esos encuentros informales, un conocido actor negro decía sin disimular su agravio: "Cuando tú dices que hay discriminación racial en Cuba, te dicen que no. ¡Sí, sí hay! Si incluso cuando tú llegas a pedir trabajo en cualquiera de estas nuevas empresas que se están formando, te están mirando si eres negro o si eres blanco o si tienes una apariencia buena. Por supuesto, la apariencia buena es que te parezcas al blanco, de lo contrario la apariencia es mala. La necesidad [debido a la nueva apertura económica] de que aquí haya ahora empresarios extranjeros con otros puntos de vistas la estamos asimilando de una manera humillante. Se está perdiendo la proyección de lo que para el cubano es ser cubano".

Nosotros siempre hemos estado convencidos de que en Cuba, al igual que en el resto de las Américas y el mundo, y a medida que nos aproximamos al siglo XXI, se hace cada vez más urgente abrir el debate sobre la cuestión racial y cortarle el paso a estos nuevos brotes racistas. Para comprender Afro-Cuba, se requirió mucho más que trazar las huellas africanas. Significó reasumir cómo los grupos sociales africanos, conjuntamente con los de origen europeo, indígena y asiático, crearon complejas y nuevas sociedades que difieren de sus partes componentes. Después de la independencia y la abolición de la esclavitud, una simplista y racista consigna recorrió las Américas según la cual la caótica situación se explicaba, entre otras cosas, en términos de que el negro era el mayor obstáculo para el desarrollo. Culpar a la víctima ha sido quizás, según se ha demostrado históricamente, el resultado más irrecusable del rechazo del legado africano. Mientras que la experiencia más predominante, ya sea para afronorteamericanos, afrolatinoamericanos o afrocubanos, fue la opresión, la exclusión y la inferiorización, hubo hitos en los cuales ellos demostraron sus grandes logros individuales y colectivos, a la vez que un alto grado de concientización y organización a la hora de desafiar su propia opresión. Todo esto sirvió de aval a la hora del reconocimiento oficial con lo cual pudieron alcanzar cierto poder político para establecerse como una parte reconocida de la cultura y de la auto-identidad nacional. Baste lo anterior para señalar cuánto se ha silenciado de esa historia.

Otra importante lección de la historia y de las ciencias sociales es que el liderazgo político es vital. Raza y etnicidad encierran valores estratégicos, no valores inherentes o absolutos. La identidad étnica y racial cobra significado diferente en contextos diferentes, en dependencia de quién lo usa y para cuáles propósitos. Son categorías relativas y situacionales. La competencia y el conflicto entre grupos raciales y étnicos pueden, pero no necesariamente, ocurrir, y por lo mismo pueden o no estar institucionalizados dentro del sistema político y dentro de la sociedad como tal. Los sistemas políticos pueden exacerbar los sentimientos étnicos y raciales, pero también son capaces de canalizar negociaciones y establecer alianzas que permitan acomodar la acción individual y colectiva.

A lo largo de la historia moderna de Cuba, se puede argumentar que tres variantes en las relaciones raciales han estado luchando por sobreponerse una a la otra. En la primera variante, un segmento dominante de la población (hispana) ha exigido que su identidad étnica o racial sea considerada como la verdaderamente legítima. En la segunda, nuevas élites en el poder, originarias principalmente de ese mismo grupo, procuraban su legitimidad al promover cierto tipo de cultura nacional sintética, tendiente a desalentar el pensamiento racial o étnico que pudiera escindir la ciudadanía de la nación. En la tercera, figuraban grupos con mayor equidad en la vida política de la nación, en proporción relativa a su consideración poblacional, y el concepto de ciudadanía comprendía diferentes, aunque compatibles identidades étnicas que juntas constituían la nación.

En el caso de Cuba, uno pudiera estar tentado a ubicar estas tres vertientes en momentos históricos dados: la primera durante el período colonial español entre 1492 y 1898, el segundo durante el período republicano pre-revolucionario del siglo XX, y la tercera durante el período revolucionario posterior a 1959. Sin embargo se puede también argumentar que hay elementos de las tres variantes a lo largo de todos estos períodos, y que se pudiera adoptar un enfoque más cíclico de cuándo uno se sobreimpone al otro. El período de 30 años que va de 1868 a 1898, por ejemplo, tiene mucho en común con el de 1959-1989, forjado en la lucha de lo que puede calificarse como un 'pacto social' entre las razas para lograr la tercera variante más igualitaria y pluralista. Nos incumbe a todos, pues, que aquel período entre 1899 y 1912, que reavivó las barreras raciales a tal punto de provocar una guerra racial, no tenga un paralelo en la época actual. 

En este contexto, creemos que es crucial contribuir a que se geste una concientización progresista del racismo y del anti-racismo. Mientras que no pretendemos en lo absoluto abogar por el separatismo, sí queremos sugerir que es imperativa la creación y proliferación de bibliotecas y publicaciones especializadas, igual que la de otros productos orientados hacia los negros cubanos, así como que se constituyan agrupaciones que resalten la concientización y la auto-estima-ayuda del negro, si es que no se quiere malograr ese "pacto social" al que hicimos referencia. Es por ello que la presente edición en castellano de este libro, nosotros la vemos como otro paso en esa dirección.

Queremos destacar, finalmente, que mientras la política y la economía pueden con bastante frecuencia eclipsar la noción de raza, la fusión y la proliferación cultural de Cuba pueden tal vez ser vistas como componentes mayores en la sobrevivencia cultural. Por encima de las divisiones políticas y económicas, la gente continúa empeñada en demostrar elocuentemente que hay un camino común, como se puede apreciar en los festivales de las artes visuales, plásticas y escénicas, así como en la literatura y la música. Es de esperar, pues, que en última instancia lo que prevalezca sea la celebración cultural de un pluralismo racial, y no la denigrante manipulación de las diferencias raciales.

Pedro Pérez Sarduy y Jean Stubbs (compiladores)
Londres, mayo 1996.

  

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Edited by Pedro Pérez Sarduy and Jean Stubbs
Ocean Press the Center for Cuban Studies

 

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