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No soy un hombre que ve mucha televisión, pero una sorprendente enfermedad
me ha detenido tres semanas ante películas, noticieros y series
interminables. El brazo izquierdo sufre uno de los mas intensos dolores de
mi vida. Ni siquiera puedo leer, ni enviar correos ni caminar la ciudad
día y noche como tanto me gusta. Finalmente, he venido a parar a un
hospital ortopédico docente y aquí me tratan, investigan y hacen lo
posible porque mi gran dolor desaparezca. Creo que lo van a lograr y que
volveré a escribir sobre el dolor de otros. He visto en estos días el
inmenso dolor de Palestina y el interminable dolor de una familia negra en
Ferguson, Estados Unidos y reconozco lo difícil que es luchar contra el
dolor: personal, colectivo, social, mundial... No es que me haya vuelto
más sensible durante estos días, pero sí creo que soy más consciente de
los estragos que causa el dolor y por qué siempre debemos insistir en sus
causas, en sus razones y hasta en sus sin razones.
El dolor va más allá de uno mismo y creo que hasta más allá de la muerte,
pues es como la energía que nunca se destruye, sino se transforma y
aparece en nuevos rostros. El dolor es una grave manifestación de lo que
no es natural, llámese enfermedad, mentira, guerra u otras formas
sofisticadas de la violencia. Mi dolor personal durante tres semanas ha
sido persistente, perturbador y peligroso. Un primer diagnóstico de
tendinitis, y otro, y otro, hasta llegar a un diagnóstico más exacto ha
sido el itinerario de mi dolor izquierdo durante estos días. Estar
ingresado aquí es como llegar a un remanso. Tambien he conocido más gente
buena: médicos excelentes, afanosos laboratoristas y bellas enfermeras
-casi todas negras- sosteniendo el Producto Doloroso Nacional dia y noche
en cada sala de este hospital. No hay salario ni regalos suficientes con
que pagar y reconocer a esta gente laboriosa y amable.
La Revolución ha sido un proyecto social que ha tenido en la medicina uno
de sus pilares. Todas las crisis que atraviesan al país pasan también por
nuestra salud pública y la mayoria de sus trabajadores siguen sosteniendo
este edificio con una profesionalidad a toda prueba, luchando contra lo
que Heredia llamó “los dolores del físico mundo”. “Los horrores del mundo
moral” es la otra parte del verso y esos horrores sociales también
producen dolor. Unos y otros enferman la nación. Sigo pensando en el dolor
de mi brazo izquierdo y con el otro escribo estas líneas. Mientras me
curan el brazo adolorido, intento con el derecho curar otros dolores de mi
sociedad. Particularmente el humillante dolor que causa el racismo: una
enfermedad sin estadisticas....
He alucinado, quizás demasiado por estos días, todo por culpa del dolor,
del mío propio y del ajeno, ese que mas allá de mi brazo izquierdo sigue
enfermando a mi sociedad. Pero mis alucinaciones pudieran ser más que eso.
Por el momento son interrogantes que quisiera compartir:¿No hará falta
construir un hospital para los que sufren el dolor del racismo? ¿Se
pudiera inventar una píldora contra el racismo, o dos, una para el
victimario y otra para la víctima? ¿No debiamos tener un antidoto contra
el racismo para enviarlo a la televisión, a las escuelas, las agencias
empleadoras, a la policía, a los políticos, a los maestros, a los
economistas...?
La verdad es que habría que pensar desde el dolor ajeno, ponerse del lado
de quienes sobreviven en el sotano y los margenes de la sociedad, de
aquellos que son mirados por encima del hombro por el color de su piel.
Seríamos como los médicos -blancos y negros- que he conocido esta semana:
intransigentes contra el dolor ajeno, buscando detras de cada razon o
sinrazon del cuerpo en una consagrada tarea humanitaria que ninguna
critica me impedirá agradecer. Contra el dolor, toda la resistencia
posible, pero tambien toda la justicia, sensibilidad e intransigencia. Así
debe ser contra todas las formas de discriminacion, donde quiera que se
asome. No olvidar que la lucha contra el racismo es tambien contra un
dolor muy antiguo. Todos debemos saber que en esta lucha haremos del
cuerpo de la nacion y del mundo un lugar mas sano para todos. Espero ese
momento para aplaudir con las dos manos.El dolor persiste. Yo persisto.
Roberto Zurbano
Hospital Fructuoso Rodríguez
En el Vedado, Agosto 28 y 2014
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