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Cofradía de la Negritud - CONEG
Desde la Ceiba
sábado 8 de septiembre de 2012
Desde La Ceiba (Extra)
La Virgen de la Caridad: cuatro siglos de malas compañías
…que un domingo fui a un batá, cubanos,
donde bajaron varios santos
y allí entonaban unos cantos
que eran de la Caridad
que sea con felicidad, Ochún...
Ochún con sus manillas de oro
yo no quiero más tesoro
que ser hijo de La Caridad
De una rumba popular
La Virgen de la Caridad: cuatro siglos de malas compañías Por J.
I. Domínguez López | Nueva York | 06-09-2012 - 9:05 am.
Muchos cronistas creen, sin que se pueda confirmar, que la imagen que se
venera hoy en El Cobre es la misma que llevaba Francisco de Ojeda cuando
naufragó en 1510 en la Bahía de Jagua, y que lo acompañó en su penoso
recorrido hasta Maisí. Lo cierto es que la imagen es de origen español, y
desde los inicios de su devoción fue reverenciada por muchos peninsulares.
Como la lengua en que escribieron el himno y las proclamas, y como las
armas con las que pelearon los mambises, la Virgen de la Caridad fue una
herencia compartida que durante el siglo XIX, y en el crisol de tres
guerras, se convertiría en un símbolo esencial de la identidad cubana.
En la edición del domingo 22 de septiembre de 1895, la revista madrileña
La Semana Católica [1]
reprodujo esta noticia tomada del Diario de la Marina:
"En uno de los campamentos ocupado [sic] por la columna del teniente
coronel Palanca, fué encontrado colgado, dentro de un bohío, un cuadro con
la imagen de la Virgen del Cobre. Un soldado, al ver el cuadro, dijo:
'Esta me la llevo yo, porque es una irreverencia que esta Señora esté en
compañía de tan mala gente'. Y como lo dijo lo hizo."
No es de extrañar que el soldado español considerara suya a la Caridad. La
devoción a la Virgen del Cobre no era coto exclusivo de los criollos
independentistas. En 1859, por ejemplo, el periódico La Verdad Católica
[2] informaba, "la aclamación de Nuestra
Señora de la Caridad del Cobre por Patrona del cuarto batallón de
Voluntarios".
Casi una década antes había llegado a Cuba San Antonio María Claret, tras
ser nombrado arzobispo de Santiago. Al arribar a su diócesis el 18 de
febrero de 1851, uno de sus primeros actos públicos fue hacer una visita a
la Virgen del Cobre [3].
Sabía que en Cuba necesitaría toda la ayuda que pudiera encontrar, y había
comenzado por el sitio donde más devotos la hallaban: en el Cobre.
El nuevo Arzobispo habrá recordado el destino de uno de sus predecesores,
el obispo Manuel Montiel, llegado a Cuba casi doscientos años antes, en
1657, con sus mismos anhelos reformadores [4].
Enterado monseñor Montiel de que una buena parte de los sacerdotes de la
Isla eran más aficionados a los prostíbulos que a las procesiones, anunció
su propósito de reformar las costumbres de su clero. Tres meses después
murió envenenado, se dice, víctima de una conjura de sus curas
[5].
La Virgen del Cobre no salvaría tampoco a San Antonio María Claret de su
destino cubano. Cinco años exactos después de su visita a El Cobre, tras
celebrar una misa en Holguín, se acercaron los fieles a saludarlo. Uno de
ellos, sin embargo, en lugar de besarle el anillo, sacó una navaja de
afeitar y abrió un surco en su rostro, desde la oreja hasta el mentón, que
dejó a la vista hasta los huesos de la mandíbula episcopal
[6].
Los testimonios de la época aseguran que el matón isleño que lo atacó
había sido pagado por un sacerdote. El obispo había hecho una campaña de
denuncia contra los curas que se amancebaban con sus feligresas. Uno de
ellos pensó que San Antonio se había referido a él con detalles tan
exactos que cualquiera podría identificarlo, a él y a su amante, y decidió
entonces contratar los servicios del navajero. Un año después, el obispo
regresó a España. La horrible cicatriz del rostro le impediría olvidar
jamás su temporada en nuestro infierno. Por su parte, el atacante isleño
murió unos años después desterrado en Ceuta. Del cura que lo contrató y de
su amante no se tiene noticia alguna: probablemente se hicieron viejos
fatigando las camas de la parroquia con su pecado horizontal.
Si bien parecía imposible reformar las costumbres de los cubanos, la
devoción a la Virgen de la Caridad siguió en aumento. El domingo 7 de
julio de 1861, el periódico La Verdad Católica [7]
informaba a los devotos que unos fotógrafos de Trinidad habían logrado
sacar una reproducción fiel de la imagen, cuyas copias vendían en su
estudio fotográfico. Cada impresión se vendía acompañada del relato de un
milagroso suceso ocurrido al revelar la foto de la Santísima Virgen. El
estudio fotográfico donde ocurrió el portento, según el artículo, estaba
en la calle del Desengaño, detalle que habrá sido un indicio revelador
para muchos lectores.
Ya en 1870, en los inicios de la Guerra Grande, las ofrendas dejadas en El
Cobre ascendían a $30.000.00 anuales (equivalentes a más de medio millón
de dólares de 2012), y fue entonces que se decidió construir un nuevo
santuario [8].
La Guerra del 95 haría difícil para los cubanos ser independentistas y
estar al mismo tiempo en buenos términos con la jerarquía católica. En la
misma época en que se encontró el cuadro de la Virgen del Cobre en el
campamento mambí, el papa León XIII enviaba sus bendiciones a las tropas
españolas, y su nuncio en España, hablando en nombre del Sumo Pontífice,
los animaba "a pelear contra los que han levantado el estandarte de la
ingratitud y la traición"; y se refería a los mambises como "parricidas
que han olvidado los deberes contraídos con España" [9].
Eran los tiempos en que el obispo de La Habana, monseñor Santander y
Frutos, decidió celebrar un Te Deum de acción de gracias al enterarse de
la muerte de Martí. Poco después brindaría las iglesias para que sirvieran
de barracas a las tropas españolas de paso. A la larga, sería la Virgen
del Cobre el puente que salvaría esa grieta… Y no solo la Virgen: también
los sacerdotes que se pusieron del lado de los mambises, como el
legendario padre Arocha, párroco de Artemisa, que al ocupar las tropas
españolas su iglesia les envió parte de sus armas y municiones, escondidas
en un féretro, a los guerreros del Ejército Libertador; y los sacerdotes
cubanos de La Habana, que publicaron un manifiesto a favor de la
independencia, para infinito disgusto de su obispo. Al entrar Gómez a La
Habana con sus mambises, tres sacerdotes católicos cabalgaban junto a
ellos [10].
Por su parte, monseñor Santander, temiendo lo peor, se largó a España con
las tropas derrotadas y no se atrevió a regresar jamás. La Habana se
quedaría sin obispo hasta su renuncia, desde la Península, en noviembre
del 1899. Roma nombraría entonces a Donato Sbarretti. Sbarretti era un
diplomático italiano destinado en Washington, que jamás había mostrado
interés en los asuntos de Cuba, pero que tenía el don de ser amigo
personal del presidente de Estados Unidos [11].
Un milagro de la Virgen sería entonces que, dieciséis años después, los
veteranos del Ejército Libertador le pidieran al Papa que declarara a la
Caridad del Cobre como Patrona de Cuba. Se consumaba así un reencuentro
que pocos hubiesen podido atisbar 21 años antes, cuando monseñor Santander
celebró su Te Deum por la muerte de Martí.
Como tantas historias cubanas, esta tiene su coda en Nueva York. En 1906,
Manuela de Laverrerie de Barril, esposa del antiguo cónsul de España,
persuadió a su amigo el magnate Archer Huntington para que donara terrenos
y dineros para hacer una "iglesia española" en el Alto Manhattan. En 1912
se inauguró la Iglesia de Nuestra Señora de la Esperanza, en un bello
edificio que aún se contempla en la calle 156. La lámpara del Santísimo
fue una donación del rey Alfonso XIII de España [12].
Cuatro años más tarde, en 1916, Leoncio Serpa, quien poco después sería el
presidente del Comité Pro-Cuba de Nueva York, le propuso al párroco de la
"iglesia española" que su templo fuera presidido por una imagen de la
Virgen de la Caridad, que donaría el pueblo cubano. Al párroco, el
francés-español Adrian Buisson, le pareció buena su idea. Serpa viajó a La
Habana y se entrevistó con Nicolás Rivero, director del Diario de la
Marina, para recaudar los fondos necesarios. Fue en ese periódico donde se
promovió la idea y se pidieron las donaciones, siendo la de Rivero la
primera y más sustancial. Era el mismo periódico y el mismo hombre que
había publicado la anécdota con la que comienza este texto.
El 6 de junio de 1920 se colocó la imagen, tallada en madera cubana por un
escultor catalán, en la iglesia neoyorquina. Ese día el templo lucía en su
portal una inmensa bandera cubana; y de uno de los candelabros colgaba el
banderín que usara el general Mayía Rodríguez durante la guerra
[13].
Ese mismo año, el 20 de octubre, se celebraría en la Iglesia de Nuestra
Señora de la Esperanza la "Fiesta de las Banderas". En presencia del
cónsul cubano, del cónsul español y de los representantes del gobernador
de Nueva York, se llevaron ante la Virgen de la Caridad las banderas de
Cuba, España y Estados Unidos, y se pidió por la paz y la reconciliación
entre las tres naciones que dos décadas antes habían librado una
sangrienta contienda.
Quién sabe si un día nos será dado ver a cubanos y yanquis, rusos y
españoles, negros y blancos, católicos, santeros y ateos, reunidos otra
vez junto a la Virgen del Cobre, con los mismos deseos que tuvieron
aquellos ex enemigos en 1920, cuando decidieron poner a un lado sus
diferencias y plantar sus banderas a los pies de una Virgen
sospechosamente morena y rodeada desde siempre de "malas compañías".
J. I. Domínguez López es autor del blog Tersites Domilo.
[1] La Semana Católica, Volumen 14, página 377 (Madrid, 1895)
[2] La Verdad Católica, Volumen 3, página 471 (Imprenta del Tiempo, La
Habana, 1859)
[3] Vida del Excmo. é Illmo. Sr. Antonio Maria Claret, del presbítero
Francisco de Asís Aguilar, página 148 (Madrid, 1871)
[4] Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, de
Jacobo de la Pezuela, página 183 (La Habana, 1863)
[5] La prostitución en la ciudad de la Habana, de Benjamín de Céspedes y
Santa Cruz, página 66 (La Habana, 1888)
[6] Vida del Excmo. é Illmo. Sr. Antonio Maria Claret, del presbítero
Francisco de Asís Aguilar, páginas 22-227 (Madrid, 1871)
[7] La Verdad Católica, Volumen 7, página 231 (Imprenta del Tiempo, La
Habana, 1861)
[8] Cuba with Pen and Pencil, de Samuel Hazard, página 456 (Hartford
Publishing Company, Hartford, 1871)
[9] La Ciudad de Dios, revista religiosa científica y literaria, Volumen
XXXVII, página 627, edición del 20 de agosto de 1895 (Madrid, 1895)
[10] To-morrow in Cuba, de Charles Melville Pepper, páginas 255-265
(Harpers & Brothers, New York, 1899)
[11] The Conservative Review, Volume 3, marzo-junio de 1900, página 208
(Washington, EE.UU., 1900)
[12] Church of Our Lady of Esperanza, del padre Crescent Armanet (New
York, 1921)
[13] Apuntes históricos,de Leoncio Serpa (New York, 1921)
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