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Cofradía de la Negritud - CONEG
Desde la Ceiba
viernes 23 de noviembre de 2012
Sumario
Carta de Emilio Roig de
Leuchsenring al Ministro de Obras Públicas (18 de enero de 1943)
Historia y tradición oral en los sucesos
del 27 de noviembre de 1871 por Tato Quiñones
Los ñáñigos y los sucesos del 27 de noviembre de 1871: Memoria histórica,
dinámicas populares y proyecto socialista en Cuba por Mario G. Castillo
Santana
Invitación del Grupo Anamuto
para celebrar el 27 de noviembre
Carta de Emilio Roig de Leuchsenring al
Ministro de Obras Públicas
18 de enero de 1943
Ing. Sr. Evelio Govantes
Ministro de Obras Públicas
Ciudad.
Señor:
La Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales tuvo
conocimiento en su sesión del 12 de los corrientes, de las investigaciones
realizadas por su Presidente que suscribe, en virtud de las cuales ha
quedado comprobado con datos procedentes de documentos oficiales, el
hecho, reseñado hasta ahora de forma muy imprecisa por algunos
historiadores, que el día 27 de noviembre de 1871, cinco cubanos de color
perdieron la vida a manos de los Voluntarios españoles en un intento
desesperado por salvar a los ocho estudiantes de Medicina, inicuamente
condenados a muerte y ejecutados en aquella fecha luctuosa, o por lo
menos, en generosa protesta popular contra el crimen. Aunque el Gobierno
de aquella época logró borrar para a posteridad los nombres de los héroes
de aquella hazaña, los hechos son innegables; y aquellos nobles y
valientes hijos del pueblo merecen que la patria honre su memoria anónima
y que las generaciones venideras no desconozcan su sacrificio.
Atendiendo a estas razones, la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e
Internacionales ha acordado, en aquella misma sesión, dirigirse a usted
para solicitar dicte las órdenes oportunas para que en el Parque de los
Mártires, actualmente en construcción por ese Ministerio, se rinda cerca
del templete que rodea el lienzo de pared junto al cual cayeron los
estudiantes de 1781, un permanente homenaje a la memoria de los que
pagaron con su vida la defensa de aquellos inocentes. Dicho sencillo
homenaje podría realizarse utilizando uno de los hermosos bloques de
granito sobre los que descansaban en otra época los leones que adornaban
el Parque Central, y en el que se grabará una inscripción contentiva del
relato de la hazaña de aquellos héroes desconocidos que son también
mártires de la libertad.
Asimismo acordó nuestra Sociedad, en la mencionada sesión,
solicitar de usted se sirva disponer la rápida terminación de dicho Parque
de los Mártires de la Libertad, entre las cuales se cuenta la restauración
de la capilla y celdas bartolinas de la antigua cárcel devolviéndole el
aspecto de ruinas, que es el que responde al propósito que ha presidido a
la conservación de aquella vetusta edificación.
La Sociedad de Estudios Históricos e Internacionales, espera que usted
acogerá estas solicitudes con el interés demostrado a las que
anteriormente le hemos dirigido, y al anticiparle las gracias por esta
atención, en nombre de la Sociedad, me complazco reiterarle mi mejor
consideración personal.
Emilio Roig de Leuchsenring
Presidente
Aquellos jóvenes no era culpables de nada, no se les puede
llamar exactamente héroes, sino más bien mártires (…) El único delito era
el de ser cubanos.
Che Guevara
…que aquí hay unos hombres que son de una religión ahí, que cuando ellos
te dicen por aquí es por aquí, y se mueren si se tiene que morir, y no
hablan lo que no tiene que hablar.
Carlos Gómez
Iyamba de Efí Abarakó Taibá
El pretexto elegido para el crimen es bien conocido: la supuesta
profanación de la tumba de un periodista español por un grupo de
estudiantes de del primer año de Medicina de la Universidad de La Habana.
A las cinco de la tarde del lunes 27 de noviembre de 1871, en medio de una
doble fila de soldados de línea, Alonso Álvarez de la Campa, Ángel
Laborde, José de Marcos Medina, Carlos Augusto de la Torre, Eladio
González, Pascual Rodríguez y Pérez, Anacleto Bermúdez y Carlos Verdugo
fueron conducidos al lugar de la ejecución: la explanada de La Punta
frente al costado norte de los paredones del edificio de la cárcel. Los
fusilaron de dos en dos, de espaldas y de rodillas. A las cinco y minutos
quedó consumado el crimen horrendo, borrón que no habrá mano hábil que lo
haga desaparecer, se dice que dijo el capitán Federico Capdevila, el digno
militar español que defendió de oficio a los ocho jóvenes asesinados[1].
Muchos años más tarde, en un párrafo de violencia bíblica referido a
aquellos hechos, Don Manuel Sanguily afirmaría:
Aquel fue un momento único, fue aquella una hora terrible y tristísima:
una ciudad muy grande y populosa, permaneció muda, se mantuvo quieta, y en
tanto un puñado de hombres pudo regocijarse en la matanza… ¡Culpable fue
la ciudad abyecta y ruin, frente a aquel montón de forajidos!… Ella
debería erigir a sus expensas un mausoleo a las víctimas, a modo de
columna infame que perpetuara en mármol negro su arrepentimiento por
aquella funesta cobardía a la vez que recordar a las futuras generaciones
que un día aciago, en un emporio comercial, bajo las banderas consulares
de todas las naciones civilizadas, entre doscientos mil, más de doscientos
mil habitantes, no hubo hombres que supieran morir por la justicia y por
la honra… ¡No hubo más que bestias enfurecidas revolcándose en la sangre y
espectadores miserables¡[2]
El 27 de noviembre de 1961, sin embargo, en un discurso pronunciado en el
acto conmemorativo por el noventa aniversario del fusilamiento de los
estudiantes mártires, el comandante Ernesto Che Guevara evocaría un hecho
ocurrido aquel día aciago que el coronel Sanguily pasó por alto.
Dijo el Che:
Y no sólo se cobró en esos días la sangre de los estudiantes fusilados.
Como noticia intrascendente, que aún durante nuestros días queda bastante
relegada, porque no tenía importancia para nadie, figura en las actas el
hallazgo de cinco cadáveres de negros muertos a bayonetazos y tiros. Pero
de que había suficiente fuerza en el pueblo, de que no se podía matar
impunemente, dan testimonio el que también hubiera algunos heridos por
parte de la canalla española de la época.[3]
Ciertamente, no fue el martirio de los estudiantes el únicos hecho
histórico ocurrido el 27 de noviembre de 1871 en la explanada de La Punta.
Cincuenta y siete años después de aquellos sucesos, el 18 de junio de
1928, en su columna Ideales de una Raza del Diario de la Marina, el
periodista Gustavo Urrutia dio a conocer una carta del Dr. Juan Ramón
OFarrill, uno de esos blancos cito a Urrutia- en quienes me apoyo para
decir que en Cuba el blanco no odia al negro, en la que éste le hace saber
su intención de recabar fondos entre los estudiantes de medicina para
conseguir que junto al templete que perpetúa la memoria de los estudiantes
fusilados (…) se coloquen sendas lápidas, una al esclarecido patriota
Fermín Valdés Domínguez y la otra a la lealtad del negro Álvarez de la
Campa, que en un rapto de desesperación heroica se lanzó puñal en mano
contra el piquete, cayendo muerto a bayonetazos al par que los estudiantes
entregaban sus almas a Dios.
Sin menoscabar un ápice la noble, y justa, proposición del Dr. OFarrill,
hay que decir, en honor a la verdad, que incurre en dos inexactitudes en
su versión de aquellos hechos: no fue sólo el negro Álvarez de la Campa
según la tradición oral esclavo y hermano de leche[4] del estudiante
Alonso[5] de los mismos apellidos- muerto aquel día en desigual combate
contra la milicia española, combate este ocurrido no a las cinco de la
tarde que fue, como ya se ha dicho, la hora del fusilamiento. La refriega,
según noticia aparecida en el periódico La Quincena, tuvo lugar a las once
de la mañana cuando apostados detrás de los fosos que se extienden frente
a la plaza, unos negros dispararon sus revolvers (sic) contra los
voluntarios, hiriendo a un alférez de artillería; pero perseguidos en el
acto fueron muertos al intentar la fuga. Otro testimonio sobre los hechos
a tener en cuenta lo constituye el de Ramón López de Ayala, administrador
de correos de La Habana y capitán de voluntarios, quien mandó el cuadro en
el acto de la ejecución (y quien, dicho sea al pasar, murió loco en un
hospital de Burdeos) en carta a su hermano, a la sazón Ministro de
Ultramar, donde le relata que …unos negros dispararon sus armas de fuego
contra un grupo de voluntarios de artillería, a cuyo teniente mataron e
hirieron a otro individuo. El resto de los que se sintieron atacados por
los negros arremetieron inmediatamente contra ellos, y en aquel punto
fueron despedazados los cinco que se creyeron autores de la agresión.[6]
Por su parte, el celador del barrio de La Punta, en un informe rendido a
sus superiores, dio cuenta de que …son cinco los hombres de color muertos,
recogidos en diferentes lugares de este barrio, los cuales estaban heridos
de arma de fuego y bayoneta.[7] Otro parte oficial del suceso nos revela
que …en el tiroteo resultaron heridos de bala el teniente de artillería
Antonio Pérez, natural de Navarra, cerrajero, de 37 años, que lo fue en
una pierna y el voluntario Ramón Santualla, gallego, de 22 años y empleado
del tren de basura de La Habana, en un brazo y en una pierna.[8]
De los atacantes, siempre según el parte oficial citado, sólo se sabe que
el primero era un moreno como de cuarenta años, muerto en la calle Colón
entre Central y Muralla; el segundo, como de treinta y cinco, caído en
Baluarte entre Genios y Cárcel; el tercero, como de veinticinco, en
Consulado esquina a Prado; el cuarto, como de veintidós, en la Plaza de La
Punta y el quinto, como de catorce años, en Monserrate entre Cárcel y
Genios. Sus partidas de enterramiento se hallan asentadas en la iglesia de
nuestra señora de Monserrate, y en las cinco se consigna que fueron
enterrados de limosna en el Cementerio de San Antonio Chuiquito, sin
nombres ni generales conocidos.
Al punto, cabe preguntarse: ¿quiénes eran aquellos hombres? ¿Fue su
propósito rescatar a los estudiantes presos con todo y los miles de
voluntarios que se concentraban en los alrededores de la cárcel?[9] ¿Fue
la suya acción de repudio, de temeraria rebeldía ante el crimen
monstruoso?
El historiador cubano Luis Felipe Leroy y Gálvez, en su profuso estudio
sobre el fusilamiento de los estudiantes de medicina afirma que
Esta matanza de negros ha sido objeto de mucha especulación, inventándose
la versión novelesca de que ese día hubo un levantamiento de ñáñigos
juramentados que pretendían rescatar por la fuerza a los ocho estudiantes
que iban a morir. La falsedad de esta especie se patentiza por el hecho de
que no sólo no existe tradición seria en ese sentido, sino también que el
número de defunciones asentadas en los libros de entierros del cementerio
de esta capital, mantiene el nivel normal durante esos días.[10]
Leroy, fuerza es decirlo, escamotea en su estudio el incidente que, sin
lugar a dudas, tuvo lugar aquella mañana al pie de los muros de la cárcel
y pasa por alto, además, que los cinco cadáveres enterrados en San Antonio
Chiquito (todavía en 1871 el cementerio de Espada era la necrópolis de La
Habana) son los únicos que aparecen como desconocidos y en los que, al
especificarse las causas de la muerte, se consigna haber sido por heridas
de bayoneta y bala. Por otra parte, la tradición oral entre los ñáñigos
cubanos, bajo cuyo signo perviven informaciones que dan fe de los
acontecimientos ocurridos y de los comportamientos pasados de los
individuos, ha venido aseverando durante más de un siglo que,
efectivamente, aquellos cinco hombres negros caídos aquel día eran
miembros de la sociedad abakuá.
Aquí resulta obligado un breve paréntesis. El historiador cubano Pedro
Pablo Rodríguez ha escrito con razón que hoy es lugar común entre los
historiadores que tras los diversos mitos se hallan acontecimientos
históricamente comprobables, al extremo de que en más de un caso los
propios mitos han permitido la indagación científica que ha conducido al
conocimiento de determinados acontecimientos históricos no reconocidos
hasta entonces.[11] Los mismo podría decirse de la tradición oral, esa
manera de comunicación o transmisión de noticias sobre acontecimientos y
sucesos hecha de la boca a la oreja, de los padres a los hijos, de los
mayores a los más jóvenes, al correr los tiempos y sucederse las
generaciones. Permítaseme un ejemplo que me parece paradigmático: es bien
conocido que el general Antonio Maceo realizó una visita pública a la
ciudad de La Habana en febrero de 1890, ocasión en la que se hospedó en el
hotel Inglaterra, en cuyo vestíbulo una tarja de bronce evoca hoy aquel
hecho histórico. Pero menos conocido es que, en noviembre de 1893, el
general Antonio, provisto de un pasaporte a nombre de su cuñado Ramón
Cabrales, entró clandestinamente en Cuba, por Cienfuegos, y tras una breve
estancia en Santiago de Cuba logró llegar a la ciudad de La Habana, donde
las amistades que había cultivado en su viaje anterior, las de más
confianza (entiéndase Juan Gualberto Gómez, Perfecto Lacoste, Baldomero
Acosta, ente otras) lo visitaban secretamente.[12]
Carlos Gómez, anciano Iyamba de la potencia abakuá Efí Abaracó Taibá, en
una larga entrevista con nuestro desaparecido hermano Gregorio Hernández,
El Goyo, Moruá Yuansa de la potencia Urianabón Masongo Efí, narró a este
último y cito literalmente la trascripción de la grabación:
Al general Maceo le gustaba venir a La Habana y limpiarse los zapatos en
la Acera de El Louvre; allí se ponía a conversar con los estudiantes y a
conspirar por la revolución. Y entonces Trujillo Monagas, que era
gobernador de La Habana, dijo que cuando Maceo volviera a la acera de El
Louvre lo mataría. Entonces el general Maceo tuvo que salir zafando a la
carrera y donde único pudo esconderse fue en el callejón de Velazco, aquí
en el barrio de San Isidro, en la casa de un sastre que le dijo: como
único yo lo puedo salvar a usted, mi general, es que aquí hay unos hombres
que son de una religión ahí, que cuando ellos te dicen por aquí es por
aquí, y se mueren si se tienen que morir, y no hablan lo que no tienen que
hablar. Dícele Maceo: Bueno, pues ya que me van a matar. Entonces la gente
de Bakokó metieron al general Maceo de polizón en un remolcador y lo
mandaron para Oriente.
Resulta obvio que en la memoria del Iyamba se confunden las dos visitas
del general Maceo a la ciudad de La Habana. Rafael Trujillo Monagas, por
otra parte, no fue gobernador de la capital cubana, sino inspector de la
policía colonial distinguido en la represión del ñañiguismo. Pero lo que
sí es cierto y el Iyamba de Efí Abarakó Taibá lo sabe y lo transmite y,
con otra manera de dar a conocer el hecho histórico nos reveló José
Luciano Franco en su ya clásica Antonio Maceo, apuntes para una historia
de su vida, y lo cito, es que el general Maceo aquí se ocultó en una casa
cercana al puerto, en el barrio de San Isidro, desde la que estableció
contactos con elementos populares que le eran adictos.[13]
A buen entendedor, media palabra basta….
El lector sabrá disculparme esta digresión, que a la
postre no resultó tan breve, pero creo que nos resultará útil para la
mejor comprensión del asunto que trata este artículo.
La tradición oral refiere que el negro Álvarez de la Campa, además de
esclavo y hermano de leche de Alonso, era miembro de Bakokó Efó, y que
logró comprometer a un grupo de sus ekobios para llevar a cabo la acción
armada del 27 de noviembre. Otra versión asegura que Alonsito era miembro
de Akanarán Efó Muñón, y por ello mismo Ekobio Mukarará Nankaro, mientras
que su joven hermano lo era del ya dos veces citado Bakokó Efó, y que por
lo tanto eran ekobios.[14]
Fuentes documentales que concuerden con estas versiones no las ha
encontrado en el autor. Vale aquí decir que toda la documentación sobre
ñáñigos hasta ahora encontrada en los fondos del Archivo Nacional se halla
dispersa en actas, interrogatorios, informes y expedientes policiales. Los
únicos documentos de puño y letra de abakuás aparecidos hasta hoy, que yo
sepa, son los del archivo de la potencia de ñáñigos blancos y mulatos
Ecoria Efó Taibá, que les fuera ocupado por la policía en un registro
hacia 1882.[15] En ellos no se dice nada del asunto que nos ocupa.
En 1971, sin embargo, a cien años del fusilamiento de los estudiantes, el
periodista Manuel Cuellar Vizcaíno, en su artículo Un Movimiento solidario
con los ocho estudiantes de medicina, publicado en La gaceta de Cuba, dio
a la luz dos documentos interesantes en grado sumo, como el mismo Cuellar
los calificaría, que cito textualmente:
Copia número 1:
El ataque a los voluntarios y soldadesca española, en vista de que se
proponían asesinar por fusilamiento a los niños estudiantes patriotas, y
todo daba a entender que iban a realizar su crimen, fue tomado un acuerdo
por potencias abakuá. Tuvieron su primera reunión en el hospital de San
Lázaro y la segunda en la fábrica de tabacos Romeo y Julieta. Antonio
Ramos Infante, Iyamba de Ocobio Mucarará; Carlos Valdés, hijo del marqués
de Indarte, Isoé (sic) de Ocobio Mucarará; Andrés Facundo Cristo de los
Dolores Petit (Andrés Petit), Isué de Bacocó; José Portuondo, miembro de
Ebión Efort y José González Ojitos, patriota blanco del barrio de San
Lázaro que siempre andaba con los abakuá.
Copia número 2
Murieron atacando a los voluntarios Adolfo García y Cirilo Villaverde o
Cirilo Mirabal. En distintas partes de La Habana hubo muertos y heridos el
día 27 y el anterior. El día 25 Pepe Rusia mató a un celador en La
Chorrera .Los voluntarios mataron a Pepe en la calle Vapor. Pepe Rusia
pertenecía a la potencia Eroco Efort. Pero antes del caso del cementerio
de Espada, el día 22, Francisco Pedroso (Pancho Engafia) mató a un celador
en la calzada de Paula y murió tratando de saltar la muralla de Egido.[16]
Los documentos que nos aporta Cuellar que estaban en (cito) los archivos
abakuá de J. M. y T. T. L.; de B. N. C., de T. R. y de P. M. D.,[17] se
corresponden con la tradición oral en tanto se refieren a la reunión entre
los Akanarán y los Bacocó. Hay sin embargo un detalle que resulta
probablemente apócrifo, y es el que señala a José Portuondo como miembro
de la potencia Ebión Efort, ya que esta tierra abakuá, según los
documentos del archivo de Ecoria Efó Taibá ocupados por la policía, se
fundó en la calle San Juan esquina a Barreto, en la villa de Guanabacoa,
el domingo 18 de junio de 1882, once años después de los sucesos del
cementerio de Espada.
Otro hecho que nos mueve a considerar la condición de abakuá de los negros
que atacaron a balazos a los voluntarios aquel 27 de noviembre, lo reseña
el corresponsal del periódico mexicano El Federalito en despacho a su
editor fechado en La Habana el 3 de diciembre de 1871, en el que afirma
que
Después del fusilamiento de los estudiantes de medicina, los cubanos no se
atreven a salir a la calle, y hasta los negros, que de un tiempo a esta
parte son muy mal mirados por los voluntarios, dejaron de ir al muelle en
los días siguientes a los sucesos dichos.[18]
Bien estaría referirnos ahora a las conocidas presencia e influencia de
las sociedades abakuá en el puerto de La Habana, pero ese sería tema para
otro artículo. Permítame el lector, no obstante, antes de poner el punto
final a éste, expresar mi confianza en que su publicación pueda contribuir
a que un día, cuando el estudiantado habanero conmemore, como todos los
años lo hace, el aniversario del fusilamiento de los estudiantes de
medicina, no falte en el mausoleo de la explanada de La Punta, no ya el
monumento que, en justicia, reclamara en su tiempo el Dr. OFarrill, pero,
al menos una flor, una sencilla flor en homenaje a la memoria de aquellos
cinco hombres negros sin rostros ni nombres conocidos que supieron morir
por la honra y la justicia, y demostraron con su sangre que había
suficiente fuerza ya en el pueblo y no se podía matar impunemente.
Los Ñáñigos y los sucesos del 27 de noviembre de 1871:
Memoria histórica, dinámicas populares y proyecto socialista en Cuba
por Mario G. Castillo Santana
Para Walterio Carbonell, José
Luciano Franco, Trinidad Benedict, tanto como para Federico Chang,
Fernando Martínez Heredia, Tato Quiñones, Tomás Fernández Robaina maestros
de generaciones.
Hace casi ocho años en un número de la prestigiosa revista Gaceta de la
UNEAC de 1998, Tato Quiñones publicó un revelador artículo de
investigación histórica en torno a la protesta armada, protagonizada por
un grupo de hombres anónimos en las vísperas del 27 de noviembre de
1871[19], frente al inminente fusilamiento de los ocho estudiantes de
medicina en los alrededores de la antigua cárcel de La Habana. Se sabe que
eran negros y ñáñigos; que uno de los estudiantes que ese mismo día sería
asesinado, formaba parte de uno de los juegos de la potencia Bakokó Efó.
La mayoría de aquellos hombres desconocidos murieron asesinados a tiros y
bayonetazos y sus cuerpos fueron tirados en varios sitios en los
alrededores del Prado y la actual Avenida de las Misiones. Tato Quiñones
convocaba al final de aquel texto, a hacer un acto de justicia histórica
por aquellos hombres que, desde la más remotas posibilidades de salir con
vida de tal acción, se lanzaron con heroísmo a protestar tanto contra la
impunidad del poder colonial, ensoberbecido frente a las victorias que por
esos días cosechaba el Ejercito Libertador, como contra la impotencia de
la sociedad decente habanera, de donde provenían casi todos los jóvenes
estudiantes, atrapada entre su idea del respeto al orden civilizado y la
indignación silenciosa frente a la felonía de la canalla española, cegada
frente al odio indiscriminado contra toda expresión de lo cubano, incluido
las jóvenes generaciones, lo más prometedor de una sociedad.
La conspiración impersonal del silencio fue la respuesta a aquel texto de
Tato Quiñones desde 1998 hasta hoy. Ocho años que se suman a los casi 37
que separan el texto de Tato de aquel discurso del Che el 27 de noviembre
de 1960[20] en que él recordó aquellos sucesos, evocados por primera y
última vez en un acto público dentro de la revolución, con esa vocación
indomablemente transgresora que siempre caracterizaría al argentino. En un
momento determinado, a mediados de fines de los años 90, el silencio se
tornó en omisión, cuando se erigió una tarja, junto al monumento a los
estudiantes, en recordación de Federico Capdevila, el oficial español que
defendió a los jóvenes en el amañado juicio militar que se les montó,
quedando más excluida aun la arista heroica de aquellos hechos,
protagonizados por este grupo de ñáñigos anónimos.
Un grupo de jóvenes reunidos en torno al espacio Cátedra Haydee
Santamaría, al que Tato Quiñones pertenece por la juventud que emana de
sus actos, decidimos organizar el homenaje que él tan justamente pedía.
Desde septiembre del 2006 pusimos mano a la obra, con un entusiasmo
limpio, sin esperar permisos oficiales, ni sitio en los calendarios
gubernativos, convencidos de que hacíamos un acto que, dentro de los
marcos de una sociedad en revolución, no requería permiso. El resultado de
ese trabajo colectivo se plasmó en el muro del parque frente al monumento
al yate Granma, uno de los sitios aproximados en que cayera uno de los
mártires anónimos de aquel 27 de noviembre, una obra maestra del azar, la
historia y la topografía.
Explorando los silencios…
Nunca olvidaré aquella mañana de sábado de fines de octubre del 2006 en
que cuatro jóvenes, dos negros, un rubio y un mulato, a los que se
sumarían otros multicolores más, decidimos discutir las razones de ¿por
qué secundar a Tato Quiñones en aquella candela? Para reivindicar al
hombre negro, dijo uno de nosotros ese dia… fue el preludio de una
discusión fecunda que concluyó en el consenso de que no podíamos hacer de
aquello una cosa de negros. Había muchas más personas, hechos y
experiencias olvidadas. Teníamos delante un pequeño pedazo de una gran
memoria histórica mutilada, recortada por los mismos cánones colonizados
que habían diseñado el Capitolio Nacional o el Aula Magna de la
Universidad de la Habana. Era un vacío que no parecía responder a una
simple acción de racismo (aunque de eso tenía un poco), mala fe de
individuos o incluso instituciones, sino a una dominante y persistente
lógica de pensar y articular la representación de nosotros mismos como
sociedad, como nación y como individuos.
Estábamos frente a uno de los puntos problémicos heredados de una de las
revoluciones, como la de 1959, que más lejos llevó en América la
demolición social del capitalismo neocolonizador y dependiente y que sin
embargo hasta hoy no ha podido independizarse de un canon patriótico
eurocéntrico, donde sólo los antiguos liberticidas, los señores de la
propiedad y la riqueza o los entendidos en los valores librescos europeos,
pueden ser recordados como protagonistas de los actos libertarios y de
dignidad cívica. Una memoria histórica patriótica, concebida sobre la base
de al menos tres operaciones moduladoras:
1) La transferencia del protagonismo de las oligarquías
esclavistas criollas en el orden colonial hacia las luchas antiesclavistas
y anticoloniales.
2) la descontextualización del auge plantacionista cubano y de las formas
de resistencia a este régimen respecto al ciclo internacional de
revoluciones sociales, que justamente tiene en el periodo 1789-1871 el
momento más intenso dentro de ese proceso.
3) el silenciamiento de las prácticas autónomas y los saberes políticos
del sector de los negros y mestizos libres y de la población esclava en la
historia sociopolítica de la isla.
La puesta en escena de estos procedimientos reguladores de la construcción
de la memoria histórica patriótica cubana ha producido unos efectos de
verdad que han permitido:
A) ubicar la rebeldía esclava dentro de la natural barbarie negra y no
como parte de la brutalidad sistémica de la modernidad plantacionista en
Cuba y del ciclo revolucionario internacional 1789-1871
B) vaciar de contenido emancipativo de naturaleza moderna a las
conspiraciones organizadas por los sectores negros y mestizos de la isla
en la época esclavista, situándolas en el horizonte de la revancha racial.
C) Convertir a los sucesos iniciados en 1868 como el momento fundacional
de la lucha por la libertad en Cuba, por encima de toda una densa serie de
sucesos y experiencias de luchas anteriores de los sectores subalternos
dentro del orden colonial de la isla.
La eficacia hegemónica de esta memoria histórica esclavista se puede
detectar a través de la propia historia de cómo se constituyó, desde la
abolición de la esclavitud, el movimiento asociativo e intelectual negro
en Cuba hasta su disolución a mediados de 1960. Entre el Directorio
Central de Sociedades de Color, creado a mediados de los 80 del siglo XIX
y la Federación Nacional de Sociedades de Color de 1937 en adelante,
pasando por el Partido independiente de Color o el Club Atenas, existió el
consenso de que los más altos fines de estas organizaciones pasaban por la
desafricanización cultural y de la memoria histórica de los descendientes
de los africanos en Cuba. El adelanto no se circunscribió sólo a la piel y
la apariencia física, sino que implicó asumir la cultura occidental con un
bajo nivel de criticidad, donde la mitología patriótica se tomó como un
hecho natural y no como una construcción cultural, un dispositivo
ideológico dentro de la hegemonía burguesa postesclavista en Cuba, en la
cual no hubo espacio no sólo para los ñáñigos, sino para los no blancos,
en particular y los humildes, en general, como actores políticos en la
vida pública de la isla, y menos como protagonistas, como sujetos de la
historia.
Frente a una memoria histórica nacional diseñada según los requerimientos
de esa hegemonía burguesa postesclavista y el profundo coloniaje cultural
sufrido por la intelectualidad negra y mestiza en la colonia y la
república, Walterio Carbonell publica en 1963 Crítica: cómo surgió la
cultura nacional, su revolucionario y poco leído libro, donde lanzó la
tesis, olímpicamente ignorada hasta hoy, de que el proceso revolucionario
iniciado en 1959 era prueba contundente de la contribución de África a la
cultura cubana:
(…) no es que el Poder Revolucionario en Cuba fuera más fuerte que todos
los poderes revolucionarios habidos en el mundo, sino porque el
catolicismo era mucho menos fuerte aquí que en otras partes del mundo (…)
No es que la Revolución haya vencido la religión de los burgueses, sino
que ésta estaba vencida desde hacía mucho tiempo por las creencias
africanas y espiritistas.
(…) Si la Iglesia no pudo mover a ningún sector de las capas populares
-como podría hacerlo en España, México o Colombia-, esto se debe a que la
religión africana domina la vida religiosa de las clases trabajadoras del
país. (…)La cultura africana ha ablandado y debilitado la estructura
reaccionaria de la familia española. (…) África ha facilitado el triunfo
de la transformación social del país.
A pesar de los denodados esfuerzos ya conocidos por asumir e incorporar el
legado cultural africano al proceso cultural desencadenado por la
revolución, más de 30 años después de publicado el libro de Walterio, en
el Instituto Superior de Arte se clausuró la Cátedra de Estudios
Afrocubanos Argeliers León, con el argumento de que no se podía
africanizar las universidades…, expresado por un funcionario que casi
nunca la memoria histórica recoge su nombre, a lo que le siguió la misma
conspiración del silencio que desfiguró la dimensión de los sucesos del 27
de noviembre. Claro que entre un hecho y otro median una densa gama de
matices, de avances y retrocesos, pero todo ello forma parte de algo que
se ha ido olvidando paulatina e inquietantemente en la vida pública de
Cuba socialista y es la tensa dialéctica entre los contenidos
civilizatorios y los libertarios dentro del proceso revolucionario, donde
está en buena parte involucrada la viabilidad emancipativa del proceso.
No es improbable que entre nuestras variables de futuros posibles esté
aquella en la que vivamos en una sociedad donde los contenidos
civilizatorios, que involucran importantes factores cuantificables como
los exitosos índices de crecimiento económico, los grado de instrucción,
seguridad pública,índices de natalidad etc.… se entrecrucen de manera
establemente opresiva con bajísimos contenidos emancipativos, expresados
en apatía cívica, rutinización de la participación popular en la toma de
decisiones, desintegración del sentido de lo colectivo-comunitario y un
largo etcétera, convirtiéndonos en una especie de Chile tropical o en un
tigre caribeño. Esto sería peligroso porque podría afectar el sentido que
la idea de nación, (la patria, como ser femenino), ha tenido en la
historia de Cuba, como templo de igualdad y justicia, haciendo reemerger
el fondo de complicidad de todo nacionalismo con las formas eurocéntricas
de ordenamiento social y las modernas estructuras de opresión capitalista,
prefigurándose lo que ya señalaron desde 1889, esos otros olvidados en la
historia de Cuba, los legendarios obreros cubanos anarquistas, poco antes
de entregar en masa sus almas y sus bolsillos a la imperecedera utopía de
Martí:
la patria está compuesta por sus hijos y no existe una patria libre si
esta mantiene a sus ciudadanos oprimidos dentro de sus fronteras (…) poca
importancia tiene si los que nos esclavizan son extranjeros o ciudadanos
cubanos: la realidad es la misma [21]
No es casual que en ese otro imprescindible libro descolonizador de
nuestra memoria histórica: Biografía de un cimarrón, Esteban Montejo en
sus evocaciones de Cuba en la década del ´90 del siglo XIX recordara que
Los más populares eran los anarquistas (…) ellos eran algo así como los
ñáñigos, porque estaban muy juntos y para todo tenían sus contubernios. En
una sociedad profundamente injusta, dominada por un Estado colonial
despótico y eurocéntrico, los ñañigos y los anarquistas cuestionaban
cuatro estructuras pilares del orden social cubano de esa época: la
injusticia social, el estatismo colonial (y el estatismo en general), el
eurocentrismo y la atomización social de los humildes. El gran peligro que
representaban para el orden social era que ellos sólo respondían ante sí
mismos, de acuerdo con sus reglamentos y organización autónoma y fue en
los sindicatos anarquistas y los juegos ñañigos donde se produjeron las
formas asociativas donde negros, blancos y mestizos confraternizaron,
además de los campamentos mambises de Cuba Libre. Cuando se estableció la
primera república burguesa neocolonial y proyanqui, fueron igualmente los
anarquistas y los ñáñigos dos de los focos habituales de la represión
estatal, a los que se sumarían puntual y sangrientamente los
Independientes de Color en 1912.[22]
Más allá de la mitología racista y colonizada vigente, la sociedad ñáñiga
está orgánicamente vinculada con los procesos de formación sociocultural
del sujeto popular cubano y en particular con la clase obrera en las
grandes ciudades del occidente de la isla. Una historiografía generalmente
concentrada en manifiestos oficiales, número y descripción de huelgas,
manifestaciones políticas e indicadores económicos, perdió de vista la
historia social y cultural de la clase obrera cubana, dentro de las clases
populares en la isla, trivializando todo esto bajo el rótulo de Historia
del Movimiento Obrero Cubano. La asociatividad de los ñáñigos ha contenido
buena parte de todas las hermosas promesas de la sociedad cubana, la
solidaridad, la hermandad, el sentido comunitario, una noción abierta y
plural de la cultura cubana frente al legado africano y europeo, pero
también algunos de los estigmas más visibles y persistentes: un sentido
excluyente de lo masculino, una noción sectaria de lo colectivo y unas
relaciones muy permeables con la guapería, en el sentido específico que le
dio Esteban Montejo: hombres ambulantes que se fajaban, alardeaban,
buscaban odios y se emborrachaban (…) negros y blancos.
Trayectorias y dilemas de lo popular
Mas allá de la dificultad específica para fijar definitoriamente a los
ñáñigos dentro de un arco valorativo debemos señalar que somos herederos
de una tradición intelectual como la de la Ilustración que ha naturalizado
una visión profundamente simplificadora y cínica sobre el pueblo como
sujeto político y esto ha sido así, porque la emergencia del proyecto
intelectual y político de la burguesía coincidió históricamente con la
creciente visibilización de las masas populares, a raíz del proceso de
consolidación de los nuevos Estados nacionales seculares, que al
desprenderse de la autoridad papal romana, perdieron su carácter divino y
necesitaron de la sociedad y de los sectores populares en particular para
construir su nueva legitimidad. En este contexto, casi todos los teóricos
de la Ilustración coincidieron en que el pueblo interesa como legitimador
de la hegemonía burguesa dentro de esos nuevos Estados, pero molesta como
expresión condensada de la superstición, la ignorancia y la turbulencia…
Por eso la dominación burguesa, allí donde se ha instalado sólidamente,
además de establecer la propiedad privada como valor central, ha puesto en
funcionamiento un dispositivo sociocultural de inclusión abstracta y
exclusión concreta[23] del pueblo como sujeto protagónico en la vida
pública nacional.
Los románticos, reaccionando frente a las falacias y los tempranos
desastres sociales provocados por el proyecto ilustrado, instituyeron un
campo de conocimiento y un proyecto sociocultural basado, no en las
abstracciones ilustradas, sino en lo que ellos llamaron las costumbres
populares. Entendieron lo popular como tradición, como residuo elogiable,
depósito de la creatividad premoderna, conduciendo a una visión estática,
idílica y estetizada del pueblo bueno, que cimentó las frágiles bases de
lo que serían después los estudios folklóricos.
Frente a esta idealización paralizante y amorfa de lo popular, los
protagonistas de las revoluciones europeas de 1848-1850 y dentro de ellos
particularmente Carlos Marx y sus compañeros desarrollaron la crítica
política e intelectual del romanticismo y llamaron la atención sobre las
clases sociales como una variable fuerte que estaba atravesando al pueblo,
a la sociedad civil, como le denominaban en aquella época. Un rasgo común
a las corrientes del pensamiento socialista del siglo XIX fue su tendencia
al reduccionismo radical en la comprensión de los procesos y conflictos
sociales, convirtiendo variables como género, raza, edad, matriz cultural,
etc. en secundarias respecto a la de clase. De aquí nació un consenso no
escriturado, una ilusión compartida por casi todos los revolucionarios del
siglo XIX y XX, de que una vez derrotada la burguesía, el
imperialismo…etc., la homogeneización del pueblo en torno a una ideología
y un imaginario revolucionario era inevitable y deseable.
Suponiendo la pertinencia de estas visiones en una época como la del
capitalismo industrial, en la que efectivamente se produjo un fuerte
antagonismo social de tipo clasista entre la burguesía y los proletarios
industriales, las consecuencias de este reduccionismo en la comprensión de
las dinámicas populares han sido de larga duración. Por una parte, cuando
los revolucionarios anticapitalistas llegaron al poder asumieron que las
diferencias en el seno del pueblo eran tan sólo obra del imperialismo y
por tanto calificables como traición, convirtiendo, lo que debió ser, el
aprendizaje colectivo de la autogestión social de la vida cotidiana, en un
asunto de técnica policiaca de seguridad estatal, produciéndose, no la
esperada socialización de lo político, anunciada por Lenin en El estado y
la revolución en 1917, donde el último de los cocineros podría ejercer
funciones gubernamentales… sino, la estatización de lo social.
Por otro lado, más allá de las incompatibilidades ideológicas, el
reduccionismo social del pensamiento socialista decimonónico convergió
hacia el reduccionismo disciplinario- civilizatorio, contenido en todos
los programas de reforma social en el marco de los capitalismos
monopolistas, los capitalismos periféricos latinoamericanos y los
socialismos históricos del siglo XX, sistemas bajo los cuales los sectores
populares sufrieron una socialización orientada hacia los mismos fines:
convertirlos en piezas provechosas para las maquinarias estatales, dóciles
a la legislación, físicamente útiles, ubicables, clasificables y
numerables a la mirada del vigilante invisible. De ahí que a la altura de
1937, un reconocido revolucionario anticapitalista como León Trotsky
pudiera afirmar en su clásico texto La revolución traicionada que: si la
revolución de octubre no hubiera producido más que una aceleración en la
asimilación de los modelos de la técnica y la higiene eso hubiera bastado
para justificarla históricamente
De vuelta de todas las variantes modernas de dominación conocidas, sería
necesario superar las nociones cosificadas y ahistóricas de lo popular.
Tendríamos que convenir en que lo popular no es, sino que está siendo un
proceso político cotidiano, compuesto por un conjunto disímil de
estrategias de vida y negociaciones, de donde nacen las formas de lucha
más egoístas y anticomunitarias, tanto como nuevas significaciones
sociales, nuevos y reedificadores sentidos de vida, el saber popular,
donde se condensa la actividad creadora del pueblo.
La integración, la igualdad y el occidentalismo en Cuba.
De profundas raíces en la injusticia de la vida cotidiana brotaron las
nociones de abolición de la esclavitud sin indemnización, tea incendiaria
a los campos de caña, igualdad de razas, independencia con justicia
social… Estas no fueron ideas librescas concebidas por las dirigencias
revolucionarias ilustradas, a las que los no blancos en Cuba, esclavos y
libres, acogieron con entusiasmo sino, prácticas profundamente populares,
subversoras del orden social, que tardaron un sintomático tiempo en ser
aceptadas como respetablemente revolucionarias. Particularmente la
independencia con justicia social, demoró decenios enteros en formar parte
del proyecto escriturado de la nación cubana, hasta que Martí, codo a codo
con los humildes, negros, blancos y mestizos, recuperó las huellas
innombradas de Aponte en aquella fracasada conspiración de 1812 por la
independencia y justicia social, no sin antes hacer la purga crítica tanto
del anexionismo y el reformismo conservador y racista, como del
independentismo hidalgo y juridicista que emergió el 10 de octubre de
1868.
Ese inmenso esfuerzo que han desplegado los sectores subalternos en Cuba
durante más de ciento treinta años por conquistar la igualdad y la
justicia ha ido acompañado de otro, no menos enorme, que ha sido el de la
occidentalización cultural. Cuba es probablemente una de las sociedades
más temprana e íntegramente occidentalizadas de América y esta condición
ha penetrado y se ha hecho dominante hasta en las formas de concebir la
igualdad y la justicia mismas, y en muchos sentidos los no blancos en Cuba
estuvieron en la vanguardia de este proceso. Un poderoso vehiculo a través
del cual se ha implementado ese propósito de la occidentalización cultural
ha sido el de la integración del negro. Esa matriz propositiva, originaria
de la cultura política francesa, con su universalismo republicano, ha
configurado durante más de 100 años la dinámica de las luchas contra la
discriminación racial en Cuba, dando lugar a paradójicas consecuencias,
cuidadosamente olvidadas.
Si en el plano social la integración del negro sirvió para articular las
necesarias luchas contra la discriminación racial en los empleos, en los
centros de enseñanza y en los espacios públicos, alcanzándose importantes
victorias, ya desde antes de constituirse Cuba como Estado nacional, en el
plano cultural produjo los imaginarios plenamente colonizados y
puntillosamente burgueses de aquellos negros finos que negaron cualquier
pertinencia del legado cultural africano en Cuba, simbolizado de la manera
más rotunda en el Club Atenas. En el plano político, dictadores como
Gerardo Machado y Fulgencio Batista, utilizaron ampliamente el recurso de
la integración política de las elites negras a las corruptas maquinarias
político- gubernamentales del país, abriendo el camino para un
conservadurismo negro, cuya expresión intelectual quedó personificada
desde la fundación de la república en las figuras de Juan Gualberto Gómez
y Martín Morúa Delgado, quienes a pesar de las inmensas diferencias
ideopoliticas y personales que los separaban, uno, el intelectual
antirracista e independentista íntegro, el otro, el agudo pensador negro
ex autonomista espurio. Ambos quedaron atrapados en la maquinaria de
legitimación social del Estado cubano postrevolucionario y neocolonial,
como excelsas figuras decorativas negras de un status quo racista y
colonizado. La conjugación orgánicamente contradictoria de estas aristas
de la integración del negro condujo a una sustancial amputación de la
capacidad crítica de las dirigencias políticas e intelectuales no blancas
en Cuba en los ciclos revolucionarios de 1930-33 y de 1953-1959.
La respuesta de las vanguardias revolucionarias de los 30 y los 50 a esta
situación paradójica fue, aunque con signo ideológico distinto, también
desde la misma matriz integracionista republicana, lo que condujo a que
tanto Antonio Guiteras como Fidel Castro, los lideres más relevantes de
las dos revoluciones cubanas del siglo XX, silenciaran en sus textos
programáticos, Programa de la Joven Cuba y La historia me absolverá, la
dimensión racial del conflicto social cubano, no sólo porque fueran unos
blanquitos revoltosos de clase media, con una lejana noción del drama del
racismo, como pudiera pensarse desde un punto de vista no blanco, sino
también por el sesgo demagógico que podían adquirir sus palabras, al
reproducir uno de los temas centrales del repertorio temático con que las
maquinarias propagandísticas de los partidos políticos definían las pujas
electorales.
En una sociedad como la Cuba posterior a 1933, donde lo racial fue
convertido en infratexto de un drama sociopolítico protagonizado por pro
imperialistas, reformistas, radicales y comunistas, el sargento mulato con
sangre china, Fulgencio Batista, encarnando en si mismo la pluralidad
racial de la isla, se construyó un poder en torno a un cuerpo militar de
alta eficacia represiva, con una orientación social pro campesina y con
importante presencia de personal no blanco en los puestos de mando,
capitalizando para si una heterogénea base social, portadora de un
imaginario más racializado de lo que cualquier gusto revolucionario de la
época hubiera podido aceptar, y fue con ese capital político que negoció
con la embajada yanqui en La Habana, convirtiéndose en el hombre más
sólidamente establecido en el poder en Cuba después del descalabro general
de 1933, en torno a un programa reformista militar imbatible[24].
Los revolucionarios en la hora clave de 1933-1934, envueltos en una dura
pugna entre comunistas, guiteristas y auténticos formularon unas políticas
antiimperialistas y obreristas de matices varios, donde no se
transparentaron los códigos específicos del conflicto racial cubano,
refrendando la vieja y perniciosa noción de que esas son cosas de blancos.
Guiteras y el movimiento que él vertebró no se proyectó al menos
públicamente sobre el tema, adentrándose en un conflicto titánico y
solitario con los intereses imperialistas y el polo batistiano; Ramón Grau
San Martín con su ruidosa y poco efectiva Ley del 50% del trabajo nativo,
buscó la recuperación estatal de puestos de trabajos en manos de
extranjeros que se sobreentendía que debían pasar a manos de nativos
blancos; mientras que el Partido Comunista recién en los ´30 inició su vía
crucis negra, donde uno de sus primeros actos fue reproducir los términos
de la política comunista norteamericana en el traspatio neocolonial, al
concebir a los negros como una minoría nacional en Cuba, cuya solución a
sus problemas sería la creación de un territorio autónomo en el sur de la
provincia de Oriente, para devenir, en pocos años, en la organización
política que más eficazmente sirvió como vehiculo para la construcción de
un movimiento sociopolítico y cultural de lucha contra la discriminación
racial y por los derechos sociales en la isla.
La incorporación de la estética negrista en el campo simbólico e
ideológico del PCC, encarnado en figuras como Nicolás Guillén, Alberto
Peña, Teodoro Ramos Blanco, entre otros; el activo apoyo a los liderazgos
sindicales de Aracelio Iglesias, Jesús Menéndez o el Proyecto de Ley de
Educación y Sanciones contra la Discriminación Racial, presentado en la
Convención Constituyente de 1939 formaron parte orgánica del frente de
acciones desplegado por los comunistas que los colocó como eje de un gran
proceso de politización obrera y popular entre los sectores negros y
mestizos del país, que condujo a que en algunos sectores de opinión de la
época se considerara que en Cuba el comunismo es cosa de negros.
Es con los gobiernos auténticos que comienza el temprano declive del
espacio social y político liderado por los comunistas, en torno a la lucha
contra la discriminación racial y la integración social del negro. En un
contexto ideológico y geopolítico internacional marcado por el inicio del
conflicto ideológico comunismo-mundo libre, que traducía el conflicto
geopolítico URSS-EE.UU., a partir de mediados de los ´40 el Partido
Socialista Popular es ilegalizado, no sin antes perder la batalla en sus
bases sindicales, además de ser asesinados dos de los líderes sindicales
mas grandes del país vinculados al partido, Aracelio Iglesias y Jesús
Menéndez y finalmente devenir en un notable aditamento de la política
exterior del Estado soviético en el Caribe. El Proyecto de Ley de
Educación y Sanciones contra la Discriminación Racial devino en una de sus
pocas herramientas de lucha en el escenario político del país, la cual
quedó a merced de las maquinaciones de cabildeo político de los personeros
del PRC (Autentico) en el gobierno y luego del batistato.
Con la segunda dictadura de Batista de 1952 a 1958 se estableció más
plenamente en el país un patrón racial en los espacios públicos y en la
vida cotidiana de tipo norteamericano, en que se impuso una virtual
segregación en los espacios de esparcimiento público, los centros de
enseñanza, los parques y las asociaciones, pero paralelamente se
intensifica una gestión gubernamental orientada a apoyar a los sectores
profesionales y políticos no blancos, expresado en actos como el decreto
presidencial para la creación de un Club Nacional de Sociedades (negras)
Juan Gualberto Gómez, el fondo presidencial, finalmente no concretado,
para ampliar una playa privada para profesionales negros en el Club
Marbella de Guanabo, la entrega de la orden Carlos M. de Céspedes al Club
Atenas, máxima condecoración oficial en la época o la concesión
gubernamental de una beca para continuación de estudios en Europa para la
pianista negra Zenaida Manfugás.
Derivado de la prosecución del más acabado blanqueamiento cultural,
protagonizado por las elites negras, la década del 50 es el periodo de
mayor subordinación al corrupto sistema político imperante en la isla y a
los grupos de poder de coyuntura y el de mayor descrédito moral del
liderazgo de las grandes asociaciones negras y mestizas en Cuba. Lo que
había arrancado en la década del ´80 del siglo XIX como un vigoroso
movimiento, pleno de potencialidades y fecundas contradicciones, devino en
una entelequia vacía, plagada de pugnas internas, sin capacidad de
representación de las siempre postergadas masas trabajadoras negras y
mestizas de toda la isla.
La revolución de 1959 fue el momento excepcional donde se puso en
práctica, con un rigor difícilmente superable por cualquier otra
experiencia revolucionaria pasada o futura, el programa de la integración
social del negro. Como parte de ese proyecto, se implementó tanto la más
completa igualdad social, la lucha gubernamental contra la discriminación
racial, como el desmontaje asociativo exclusivista, tanto de blancos y
negros como de españoles, chinos, haitianos, judíos, jamaicanos, etc…así
como la clausura de la mayoría de las organizaciones sociales anteriores a
1959, superadas por la nueva lógica revolucionaria y por la marea de la
irrupción popular y sus nuevas formas de asociatividad. El Estado
revolucionario, con un inédito apoyo de masas se convirtió en el
protagonista y en el adalid de la promesa de cambio.
Nada dejó de hacer ese poder revolucionario para demoler las bases
materiales e institucionales de la discriminación racial en Cuba y el
resultado fue la instauración de un tipo de universalismo igualitario que
en poco más de diez años derivó espectacularmente hacia su matriz
colonial: un eurocentrismo homogeneizante y tecnoburocrático, donde se
reforzaron las tendencias monoproductoras y multi importadoras del país,
se instrumentó una intensa campaña de desafricanización cultural, sólo
comparable al del período de gobierno conservador de Mario García Menocal
entre 1913-1921, que invalidó a cualquier practicante de las religiones
afrocubanas a militar en la UJC o en el PCC, paralelo a una folklorización
de las prácticas socioculturales afrocubanas, las cuales se entendieron
que tendencialmente debían desaparecer. Dentro de esta perspectiva los
ñáñigos, tiempo después del fallido intento de hacer un primer congreso de
sociedades abakuá en Cuba revolucionaria y aportar el alto número de
estibadores mártires que causó el brutal atentado al vapor La Coubre,
fueron clasificados como una organización de alto perfil delictivo, que
devino en modelo en el imaginario de todos aquellos jóvenes que no
tuvieron espacio, ni querían formar parte del futuro de hombres de
ciencias que se anunció, mientras que a nivel de imaginarios infantiles,
los sueños de un niño mulato cubano nacido en pleno socialismo, el autor
de estas líneas, eran ser como un niño ruso y que cayera nieve en la isla…
hasta que en una noche inolvidable, atropellando una canción en ruso
frente al televisor, donde pasaban la inauguración de las olimpiadas de
Moscú ´80 mi tío indignado me gritó ¡cállate negrón!...
Descolonización, pluralidad y proyecto socialista.
El patrón de trayectoria de nuestra revolución de 1959 ha sido resultado
de la confluencia entre 1) el capital subversivo de las tres revoluciones
anteriores en la isla, 2) el legado revolucionario occidental moderno y 3)
las condiciones de la guerra fría. Cada uno de estos factores confluyeron
para que ese proceso desde temprano desarrollara al manos tres
características distintivas: A) Un sentido del cambio revolucionario como
realización de una moralidad atemporal y teleológica, por encima de la
voluntad de los sujetos implicados en el cambio( eficazmente plasmada en
su versión católica por Cintio Vitier en su texto Ese sol del mundo moral)
B) una práctica transformadora orientada a la homogenización sociocultural
y política de los sujetos revolucionarios, que conduce a una visión de la
pluralidad, en el mejor de los casos, como un adorno del nuevo orden y no
como un recurso político activo de la revolución C) Un tendencial
debilitamiento del protagonismo de las organizaciones populares en la
defensa y la economía socialista, a favor de una gestión tecnocrática y
verticalista, propia del socialismo de guerra fría (real) que obstaculizó
la socialización del poder, generando una creciente despolitización de la
vida cotidiana y una ritualización de la participación, en una época como
los años 80 en la que, contradictoriamente, la dirección del país
redescubre la Doctrina de la guerra de todo el pueblo.
El antirracismo, como parte de los fines de justicia y emancipación social
que han signado el proceso iniciado en 1959, debe romper con los efectos
perversos que han generado tales características del proceso
revolucionario, comenzando por plantearse, para ser consecuente, no el
derecho de los negros a ser como los blancos, sino la igualdad en
oportunidades, la libertad de opciones y el derecho a la pluralidad
sociocultural y política, desde la cual ejercer el protagonismo popular en
la definición y realización de los fines estratégicos del proceso
revolucionario, a la vez que reconocer y crear una nueva cultura, sobre la
critica y el debate en torno a las formas cotidianas en que los
revolucionarios reproducimos las practicas y el sentido común de las
dominaciones heredadas de siglos. La lucha contra la discriminación racial
no puede tener por horizonte la integración tal y como ha sido entendida
en las políticas gubernamentales al uso, pues el proyecto de la
integración presupone la naturalización de la hegemonía occidental
burguesa en la vida cotidiana. Necesitaríamos una pluralidad con
perspectiva libertaria que conduzca, no a restituir viejos y nuevos guetos
igualmente excluyentes, sino hacia aquella que permita reconocer y aunar
fuerzas para luchar mejor contra todas las jerarquías y opresiones
simultáneas que han sostenido y sostienen la dominación capitalista
moderna en sus variantes burguesas y burocráticas.
Para hacerle frente a futuros retornos de la república de
ron-playa-tabaco-sexo y al tutelaje imperialista del Plan Bush y sus
seguidores en Cuba y fuera de ella y refundar el proyecto de nación cubana
y el socialismo cubano del siglo XXI, no es el mestizaje racial y cultural
el que nos puede servir, con sus frutos enfermos de coloniaje remozado por
perniciosas nuevas elites mulatas, ni los planes civilizatorios para crear
capital humano disciplinado e incondicional al creciente capitalismo
burocrático nacional; tampoco un ilusorio retorno a la raíz africana (una
inocencia perdida que sólo se recuperaría creando, aquí y ahora, el
futuro) sino la descolonización sociocultural, que nos garantice arribar
…por métodos e instituciones propias, nacidas del país mismo, a aquel
estado apetecible en que cada hombre se conozca y se ejerza… [25]
Queridos amigos y amigas,
El recién creado grupo Anamuto, que integran la Cátedra de Pensamiento
Haydee Santamaría; el grupo Chekendeke; el Consejo Supremo de las
Sociedades Abakuá de Cuba y la Cofradía de la Negritud, los invitan al
acto cultural y patriótico que en memoria de los cinco abakuá que cayeron
masacrados a bayonetazos y tiros el 27 de noviembre de 1871 tras
protagonizar un acto heroico de protesta por el atroz fusilamiento de los
ocho estudiantes de medicina fusilados en La Habana aquel día, llevaremos
a cabo el próximo martes 27 de noviembre de 2012, a las 2 de la tarde, en
la esquina que forman las calles Morro y Colón, Habana Vieja.
Abrazo fraterno
Grupo Anamuto
======================================================
[1] España escribió José Martí 22 años más tarde- en aquella vergüenza no
tuvo más que un hombre de honor: el generoso Capdevila, que donde haya
españoles verdaderos tendrá asiento mayor, y donde haya cubanos. (El 27 de
noviembre, Patria, Nueva York, 27 de noviembre de 1893.
[2] Citado por Raúl Roa en Aventuras, venturas y desventuras de un mambí,
Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1970, p. 185-186.
[3] Ernesto Che Guevara, discurso pronunciado en la Universidad de La
Habana el 27 de noviembre de 1961, en Obras, Ed. Casa de las Américas, La
Habana, 1970, p 602-603. Un año antes de aquel discurso del Che, por otra
parte, la edición del periódico Revolución correspondiente al sábado 28 de
noviembre de 1960, bajo el titular El 27 de noviembre y los ñáñigos,
anunciaba que en el programa Pueblo y Cultura del canal 4 Televisión
Revolución, se exhibiría una Dramatización del fusilamiento de los
estudiantes con una novedosa documentación sobre la intervención de los
potencias ñáñigas en el frustrado rescate de los mártires. El libreto de
aquel dramatizado lo había escrito el musicólogo Hilario González, la
producción corría por cuenta del escritor Humberto Arenal, la dirección
estuvo a cargo de Manolo Rifat. La documentación fue aportada por el
periodista Manuel Cuellar Vizcaíno, el musicólogo Odilio Urfé y Santos
Ramírez, Isunekue de la potencia abakuá Usagaré Sangrimoto.
[4] …los de abajo, carniprieto o carniblanco, cada uno en su puesto, se
entendían; y allá arriba, en la casa de vivienda, en los caserones, ¿qué
pasaba? Que no había blanquito de buenos pañales que no tuviera un biberón
negro y un hermano de leche negro. Se criaban como hermanos. (Un
informante de Lydia Cabrera en Reglas de Congo, Palo Monte y Mayombe,
Miami, 1986, p. 22).
La penetración ideológica negra se efectuó, ciertamente en más de una
ocasión, por modo que llamaríamos maternal, ya que la dulce negra esclava
sustituía con mucha frecuencia el papel de la madre a quien, unas veces
las exigencias sociales de su belleza, y otras, serios quebrantos de
salud, separaban del recién nacido: este se formaba, crecía, se educaba
entre negros.(Nicolás Guillén: Racismo y cubanidad, en Prosa de Prisa, Ed.
Letras cubanas, La Habana, 1975, t l, p. 66).
[5] Alonso Álvarez de la Campa tenía 16 años, fue el primero en morir.
Había tomado una flor el 22 de noviembre en el cementerio de Espada.
Alonso era hijo de uno de los más ricos jefes de voluntarios, habría de
morir por ellos mismos. Y más aún: su padre había costeado las armas de la
compañía que lo fusiló; el hijo murió con las armas pagadas por su padre
(Fermín Valdés Domínguez: Los Voluntarios de La Habana en el
acontecimiento de los estudiantes de medicina, Imprenta de Segundo
Martínez, Madrid, 1873, p. 65.
[6] Antonio Pirala: Los Sucesos de 1871, Vol. II, p. 303-308.
[7] Augusto Warela: Páginas olvidadas de nuestra historia: cinco héroes
negros, en Orientación Social, Santiago de Cuba, 1956.
[8] Ibidem.
[9] …alrededor de la cárcel había unos cuatro o cinco mil hombres mientras
se celebraba el Consejo de Guerra que duró hasta las dos de la tarde del
lunes y hasta esa hora, o mejor, hasta después de la ejecución de los
reos, que tuvo lugar a las cuatro y media de la tarde, puede decirse que
envolvía el edificio una red de bayonetas. (De un artículo publicado el 30
de noviembre de 1871 en La Quincena, revista general de noticias políticas
y comerciales de la isla de Cuba para ultramar.
[10] Luis Felipe Leroy y Gálvez: El Fusilamiento de los estudiantes del
71, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1973.
[11] Pedro Pablo Rodríguez: Maceo, Héroe de mil hazañas, en La Gaceta de
Cuba, nº 6, noviembre, 1996, p. 34.
[12] Sobre la estancia clandestina del general Antonio Maceo a La Habana
en 1893, ver: José Luciano Franco: Antonio Maceo, apuntes para una
historia de su vida, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. II p. 32 y
Raúl Aparicio, Hombradía de Antonio Maceo, Ed. Unión, La Habana, 1974, p.
353-355.
[13] Durante la primera visita del general Antonio Maceo a La Habana, en
1890, la policía colonial lo vigilaba estrechamente y llegó a hablarse de
un plan para atentar contra su vida. Para contrarrestar el supuesto
peligro de una agresión alrededor de Maceo, dos grupos juveniles, sin que
aparentemente él lo notara, lo seguían a todas partes. (…) Además, los
miembros de las sociedades afrocubanas abacuá, dentro del secreto de sus
actividades, habían movilizado sus mejores hombres en toda la ciudad para
acudir en caso necesario a defenderlo. (José Luciano Franco: Antonio Maceo
en La Habana en 1890, en Trabajadores, La Habana, jueves 7 de febrero de
1980, p. 2.
[14] Recuérdese que Bacocó Efó fue la potencia abacuá que, por gestión de
su Isué, el pardo Andrés Petit, apadrinó el nacimiento de Akanarán Efó
Muñón, el primer juego de ñáñigos blancos fundado en La Habana en1863.
[15] Causa seguida contra Santiago Llanelis y otros por asociación
ilícita, Fondo Asuntos Políticos, Legajo 80, nº 10.
[16] Manuel Cuellar Vizcaíno: Un moviendo solidario con los 8 estudiantes
del 71, en La Gaceta de Cuba, nº 89, enero de 1971.
[17] El autor preguntó a Cuellar Vizcaíno por qué no revelaba los nombres
y las instituciones abakuá a las que pertenecían. Su respuesta fue que
sólo había logrado que le permitieran copiar los documentos bajo palabra
de honor de que nunca los revelaría.
[18] En Crimen de lesa humanidad, Veracruz, tipografía de R. Lainy y Cía.,
1871.
[19]
[20]
[21] El Productor. 18 de junio de 1889. En: Aleida Plasencia: Enrique Roig
San Martín y también en Con todos y para el bien de todos. El nacimiento
del nacionalismo popular cubano en la emigración. Gerald Poyo. Editorial
Ciencias Sociales. La Habana, 1995
[22] Los libertarios en Cuba. Carlos M. Estefanía. En www.cubanuestra
[23] Ver: Cultura popular hoy. Jesús Martín Barbero. En: Revista Signos,
abril 1988
[24] Todavía está por publicarse una biografía de Batista que llene de
contenido la ya clásica y vaciada caracterización de agente del
imperialismo en Cuba
[25] Manifiesto de Montecristi. Jose Martí
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