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Cofradía de la Negritud - CONEG
Desde la Ceiba
Lunes, 1 de octubre, 2012 (Extra)
¿Qué Volá con el Reguetón?
Si la violencia, la sexualidad agresiva, la falta de
compromiso ético
a las que le canta el reguetón consigue comunicarse con grandes
masas de consumidores que han hecho del género la pesadilla sonora
de todo un país, es porque les habla con sus códigos y lenguaje, les
entrega lo que esos consumidores generan y quieren recibir.
Leonardo Padura (2007)
Sumario
a..
Pensar Nuestra Sociedad a Propósito del
Reggaetón (muela para un coloquio) por Tato Quiñones
b.. Diálogo Comunitario sobre el presente y
el futuro de Cuba a propósito del Reggaetón (Havana Times)
c.. Celebrado Consejo Nacional de la
UNEAC por Susana Méndez (CUBARTE)
d.. A Imagen y Semejanza Por Fernando
Ravsberg (BBC)
Pensar Nuestra Sociedad a
Propósito del Reggaetón: muela para un coloquio por Tato Quiñones
(Texto Leído en el Coloquio
“Pensarnos a
propósito del Reggaetón”, organizado por la Cátedra de pensamiento
Haydee Santamaría en “La Madriguera”, el 8 de junio del 2007.
Queridas amigas y amigos,
Probablemente no todos ustedes sepan que este coloquio sobre el
Reggaetón debió celebrarse hace casi dos años. Circunstancias que, de
haber contado con más tiempo, bien habría valido la pena relatar aquí,
lo hicieron imposible. Baste decir entonces que fueron cuatro las
instituciones culturales –nacionales y “de la base”- que a lo largo de
este tiempo apelaron a argucias más o menos admisibles para no echarle
bolas al asunto. Este culipandeo institucional –que puso a prueba la
tenacidad de los muchachones y las muchachonas de la Cátedra Haydeé
Santamaría- expresaba, per se, que no debía cejarse en el esfuerzo.
De manera que no ha sido fácil, ni por casualidad, que estemos, por
fin, reunidos hoy en este paraje bien llamado “La Madriguera”, voz
que nos viene del bajo latín y que en buen romance castellano sirve
para definir la “Cueva o lugar retirado y escondido donde se oculta la
gente de mal vivir”.
Pero vayamos al asunto.
¿Qué volá con el reguetón?
La pregunta me la formulé hace casi dos años e intenté respondérmela
emborronando un par de cuartillas que entones titulé “Sospechas y
conjeturas acerca del reguetón” y que hoy son puro fiambre.
Presumía yo entonces que, con el reggaetón, sucedería lo que con la
lambada, aquella forma musical venida no recuerdo de dónde que hizo
furor entre los bailadores allá por los ochenta del siglo pasado y que
–pese a que fue profusamente difundida por la radio y la televisión-
un buen día desapareció de nuestro ámbito y... ni el recuerdo. Craso
error el mío: el reguetón ha sentado plaza sólidamente entre nosotros,
al extremo de que hoy, me atrevo a afirmar, no hay otro “genero” –si
es que éste lo es- o forma musical más escuchada y bailada en esta
Habana Inmortal que diría el poeta, cuya “banda sonora” actual no es
otra: camínese si no por los barrios populares –que son los más- y
será el ritmo elemental y simplón –pero pegajosísimo- y las letras las
más de las veces soeces del reguetón lo que se escuchará hasta el
aburrimiento: reguetón en las accesorias, las salas y los portales;
reguetón en los bares y las tabernas; reguetón en las tiendas y
agromercados; reguetón en las reproductoras de las guaguas, los
almendrones y los bicitaxis.
Hace unos días, me contaba un amigo, un reguetonero famoso hizo
desbordar el Hurón Azul, el bar de la UNEAC, donde los “fans” que no
cupieron bailaron desaforados en la acera sin necesidad de pagar la
entrada. Y en la “Macumba” que, también me cuentan, es la discoteca
pagada en “fulas” más cara y sandunguera de La Habana, hace unas
noches se recaudaron 2000 ceucés sólo por concepto de “cóver”, en una
multitudinaria jornada reguetonera.
Por mi parte, en un ejercicio de lo que gusto llamar “sociología
callejera participativa”, apliqué una encuesta a veinte vendedores,
estacionarios y trashumantes, de CD “quemados”. El resultado fue
unánime: los discos más demandados son los de reggaetón.
De manera que, todo parece indicarlo, el reggaetón, mal que nos pese,
y ante la reticencia y el estupor de nuestras cultas instituciones
culturales y medios de radiodifusión, ha devenido en expresión
popular, quiere esto decir, que viene siendo considerado por el pueblo
como propio y fuerte candidato a incorporarse a su tradición.
Muy bien: ante lo hecho, pecho.
Quede claro que nada más lejos de mi intención que la de erigirme en
abogado defensor o fiscal acusador del reguetón. Puedo –y debo- sin
embargo, emitir mis criterios sobre el asunto, ya no tanto apoyados en
sospechas como en certezas, aunque no falten las conjeturas.
Hay quienes opinan –yo entre ellos- que un pueblo bailador por
afición, pasión y tradición como lo es el cubano, para quien el baile
está en la base misma de su más íntima sustancia cultural –no
olvidemos que hasta en los vivaques de la manigua redentora se
organizaban saraos al son de la tambora, el tiple y el güiro- para un
pueblo bailador como el cubano, decía, haber tenido que echar mano
del reguetón es expresión cabal de lo que, parafraseando a Jorge
Mañach, no me arredro en calificar de “crisis”, ya no de la “alta”
sino de la “otra” cultura: la popular.
Esta “crisis”, según mi apreciación, puede advertirse en todos los
ámbitos de la cultura que el pueblo desde siempre creó y recreó para
su propio solaz y goce estético: el carnaval y la rumba no son ni
remotamente los únicos, pero cuentan entre los más evidentes. Por
cierto, y discúlpeseme la digresión, hace un par de días, en la Casa
de la Música de la calle Galiano los rumberos de salones y cabarets
de La Habana celebraron el cincuenta y cinco aniversario de la
fundación de los “Muñequitos de Matanzas”; para esta ocasión, el
conjunto “Los Papines” estrenó un número al que titularon “Rumba con
reguetón”. Interesante “fusión”.
Pero les hablaba de la crisis de la “baja” cultura y creo que es
justamente en la música para bailar donde el asunto se torna más
alarmante. En el recién concluido “Cuba disco 2007”, una joven
funcionaria, creo que de la EGREM, apelando a un eufemismo consolador,
dijo en una entrevista para la televisión que la música bailable
cubana “no está pasando por uno de sus mejores momentos” (sic).
Ciertamente, desde hace años se viene apreciando un “vacío” en el
quehacer de nuestras orquestas y conjuntos de música para bailar. Las
razones que explicarían este fenómeno no son pocas e intentar
explicarlas aquí y ahora excedería con mucho el propósito de esta mi
intervención. Pero una que no puede soslayarse es la ausencia de
espacios para bailar.
En esta Noble Habana, donde en vísperas del triunfo de La Revolución
contábamos los bailadores con más de cincuenta espacios cotidianos en
los que dar rienda suelta a nuestra afición –y no cuento academias de
baile, clubes nocturnos y cabarets- hoy no tenemos ninguno,
excepciones hechas de las “Casas de la Música”, --cuyos “covers” en
moneda dura nos las hace prohibitivas a la “gente de mal vivir”- y el
por fin “adecentado”, “domesticado” sería mejor decir, Salón Benny
Moré de La tropical, donde hoy alternan payasos y maromeros con magos,
roqueros y trovadores, y sólo muy de vez en vez puede la juventud del
fondo del cladero bailar con las orquestas de su preferencia, pagando
la entrada con pesos cubanos de los blandos.
Presumo que estos espacios vacíos son los que ha venido a ocupar el
reguetón. Sospecho, además, que en las letras soeces y la manera
provocadora y procaz de cantarlo y bailarlo, va implícito un mensaje
de la plebe, no descarto que contestatario y respondón, al que
nuestras autoridades –no tanto las policiales como las culturales- han
de prestar cuidadosa atención. Quizás, conjeturo también, se venga
haciendo más que necesario, imprescindible, un foro de reflexión y
debate, amplio, plural, desprejuiciado, culto y popular sobre estos
asuntos y hasta -¿por qué no?- un Festival de la Cultura Popular que
intente emular aquel fabuloso que organizó recién ocurrido el triunfo
de la Revolución el inolvidable Maestro Odilio Urfé, Festival que,
desde ya, propongo lleve su nombre.
Queridos amigos y amigas, afortunadamente contamos en esta reunión con
compañeras y compañeros especialistas lúcidos y bien formados e
informados en diversas disciplinas relacionadas con las ciencias de la
cultura y de la sociedad, que más allá de conjeturas sabrán desmenuzar
el tema que nos ocupa y arrojar luz para su mejor comprensión. A ellos
cedo el puesto, pues, y pongo el punto redondo y final a esta mal
hilvanada “muela” que no ha tenido otro propósito que el de animar
la discusión y espolear el debate, en la certeza, eso sí, que
defender la Cultura Popular, la Cultura de un Pueblo, no es un mero
pasatiempo sino un deber moral. Si de alguna manera lo logra, me doy
por satisfecho.
Muchas gracias.
Diálogo Comunitario sobre el presente y
el futuro de Cuba a propósito del Reggaetón (HAVANA TIMES)
Un acontecimiento de polémica y diálogo social fue el
debate
público sobre Reggaetón, ocurrido este sábado 26 de febrero (2012) en
la Casa Comunitaria del barrio habanero La Ceiba.
La institución barrial dio cobijo al coloquio auspiciado por las
no-gubernamentales Cátedra Haydée Santamaría y Cofradía de la
Negritud, colectivos partícipes de la Red Observatorio Crítico.
“Pensarnos a propósito del Reggaetón” –título escogido por los
organizadores, aludiendo la incidencia multiforme del fenómeno musical
en las prácticas sociales cubanas- aglutinó a activistas barriales,
historiadores, blogueros, músicos, escritores, productores,
estudiantes, quienes compartieron varias presentaciones y las
debatieron activamente.
Mientras, fue posible ver en pantalla grande los clips más
controversiales del actual Reggaetón cubano, entre ellos el famoso
Chupi-Chupi que fue suprimido por las autoridades culturales cubanas
del premio de popularidad de Lucas, la competencia nacional televisada
de videos musicales.
Integrantes del histórico conjunto cubano de rumba Los Papines
mostraron a capella una originalísima pieza que fusiona ese género
popular de ascendente africano con los actuales ritmos de Reggaetón,
provocando ovación del público.
Los ponentes del evento fueron: Tato Quiñones, historiador del mundo
popular afrodescendiente cubano, cineasta, periodista y activista;
Yasmín S. Portales, investigadora, bloguera y activista marxista,
feminista y LGBTI; Carlos Simón Forcade, investigador y ensayista en
campos de Estética, Filosofía, Teología y Educación; Orlando L. Pardo
Lazo, narrador, poeta y bloguero; y Dmitri Prieto Samsónov,
investigador social y diarista de Havana Times.
Las presentaciones abordaron una multitud de problemáticas que iban
desde las prácticas comerciales de los reguetoneros hasta la
legitimidad o no de la censura.
Hubo un consenso en que el Reggaetón es expresión de la continuidad de
una crisis que comenzó en los ´90 y tiene relación no sólo con
problemas económicos y educacionales sino también con un cambio
cultural que está ocurriendo en los modos de vivir el sentido de lo
social.
Así, lo “pornográfico” de esta manifestación musical parece
relacionarse con la falta de motivación a otros modos de vida no
consumistas, sobre todo cuando faltan los correspondientes espacios de
libre protagonismo.
Hubo un debate interesante sobre si este fenómeno musical expresa una
tendencia recurrente a la erotización del discurso poético popular o
bien es algo cualitativamente nuevo; se discutió si su influencia
actual es “epidérmica” (superficial) o puede realmente cambiar las
conductas de personas jóvenes hacia mayores niveles de violencia.
Varios participantes señalaron el vínculo del actual Reggaetón cubano
con el imaginario y las prácticas capitalistas en sus variantes más
extremas.
También expresaron activamente sus criterios los activistas Mario G.
Castillo e Isbel Díaz Torres, de la Red Observatorio Crítico, y Gisela
Arandia, fundadora del ya extinto colectivo Color Cubano y defensora
de derechos de las personas afrodescendientes. Gisela, en particular,
destacó que “no debíamos quedarnos en las palabras”, requiriendo
iniciar propuestas de acción social.
Las líderes barriales del territorio y educadoras populares asimismo
se expresaron con carácter propositivo: sugirieron ampliar el debate a
las propias comunidades, y a los reguetoneros mismos.
Como sugirió una de las participantes, “los autores del Reggaetón no
suelen ir a actividades ´para intelectuales´ porque piensan que se
hacen para ´echarles tierra´”. Así, se comentó que un grupo de
cultores del género tenía intenciones de asistir, pero renunciaron al
ver que se trataba de un “coloquio”.
Dadas las profundas implicaciones sociales de las problemáticas
debatidas, el evento reveló las posibilidades de un diálogo respetuoso
sobre el presente y el futuro de Cuba.
Las casas comunitarias o talleres de transformación barrial (como la
que fue sede del coloquio) son entidades adscritas a las Asambleas
Municipales del Poder Popular en La Habana.
Con la presencia de Esteban Lazo Hernández, miembro del
Buró Político
del Partido Comunista de Cuba y vicepresidente del Consejo de Estado,
se celebró en la capital el Consejo Nacional de la Unión Nacional de
Escritores y Artistas de Cuba.
El encuentro, que tuvo lugar en el Multicine Infanta, fue encabezado
además por Rafael Bernal, Ministro de Cultura, Miguel Barnet,
presidente de la UNEAC, Graziella Pogolotti y José Villa Soberón,
vicepresidentes de esa organización; Danilo Sirio, y Luis Morlotte,
presidentes del ICRT y de la AHS, respectivamente; Pablo Bacallao,
funcionario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Nereida
López Labrada, secretaria general del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Cultura y contó con la participación de importantes
personalidades de las artes y las letras cubanas.
El maestro Guido López Gavilán, presidente de la Asociación de
Músicos, presentó un informe contentivo de las principales
problemáticas que afronta hoy la música cubana es sus diferentes zonas
temáticas.
El documento señala las características que de manera general presenta
el entorno sonoro actual del país: una evidente carencia de valores
que deriva en una amplia gama de vulgaridades; lo anterior, refleja el
informe, se asocia en muchas ocasiones a un enfoque mercantilista de
lo que se difunde y no a la selección de la real calidad artística.
En este sentido el texto también marca, el no cumplimiento cabal de
las estrategias aprobadas para la promoción de la música en los medios
de difusión y la no definición institucional de la política a seguir
respecto a la presencia en estos medios de los compositores e
intérpretes de la diáspora, y destaca en otro orden, la necesidad de
estimular, defender y apoyar la creación musical cubana contemporánea.
Entre otros conflictos, el informe plantea, en cuanto a las orquestas
sinfónicas, las limitaciones que constituyen las carencias de locales
de ensayo propios y la insuficiente cifra de instrumentistas de
cuerdas.
Seguidamente se procedió al debate de estos asuntos que se abrió con
la intervención de la doctora Pogolotti la cual recomendó, a propósito
del fenómeno reguetón, la realización de un estudio serio y riguroso
de carácter multidisciplinario para determinar los factores de la
psicología social que están interviniendo en el mismo y "para conocer
cuáles son los elementos que existen en la conciencia de los
escuchantes de ese tipo de música".
Apuntó luego que organismos como el MINED y el MITRANS deben
intervenir en esta situación con medidas que contribuyan a resolver
lo que el maestro Manuel López Oliva catalogó de " deformación social
de carácter moral alarmante".
Comentó de igual manera la destacada intelectual acerca de la
situación de las presentaciones no solo musicales sino también
humorísticas, en los centros nocturnos, las que en muchos casos
trasladan expresiones que degradan la imagen del país; en este sentido
declaró que se estaba desarrollando en algunos casos "un
mercantilismo vulgar en busca de una rentabilidad económica".
El reconocido escritor, crítico e investigador Desiderio Navarro
consideró que el fenómeno va más allá del mal gusto y la vulgaridad,
pues significa en muchos casos, la prédica de preceptos morales
contrarios a los ideales socialistas; "el problema real es que esa
música empieza a imponerse través de los medios y así se asegura la
masivización de los llamados a la violencia, de la degradación de la
mujer; la expansión de valores y de ideas del capitalismo en la
sociedad cubana se vuelven naturales porque no hay crítica social"; al
respecto propuso la realización de un evento en el que se estudiara,
meditara y reflexionara acerca del reguetón y su connotación y
consecuencias en la sociedad cubana.
El controvertido tema de la difusión o no en la Isla de la música de
los intérpretes, compositores e instrumentistas cubanos que radican en
el exterior fue tratado en el debate en el cual intervino Esteban Lazo
para indicar que una comisión permanente formada por la UNEAC, el
Instituto Cubano de la Música, el ICRT y el Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Cultura, analizaran esta temática, hicieran
proposiciones concretas al respecto y tomaran decisiones.
Más adelante la realizadora Magda González Grau, que preside la
Comisión Economía y Cultura de la UNEAC desarrolló el tema referido a
las leyes tributarias.
Explicó Grau que la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó en su
sesión del pasado 23 de julio la nueva Ley del Sistema Tributario,
herramienta general de política económica, que entrará en vigor el 1º
de enero del año 2013, sin embargo, en el sector de la cultura, el
proceso de aprobación del documento que establece la implementación de
esta ley, no ha culminado; en el tiempo que resta antes de su puesta
en práctica habrá una continuidad en la socialización de la propuesta
y un análisis de sus posibles impactos para los artistas y escritores,
y para la cultura de la nación, en las plenarias provinciales de la
UNEAC en cada provincia.
Lazo declaró que el informe tiene los pies sobre la tierra, "ahora
tenemos que hacer que camine sobre esta tierra" y reconoció igualmente
la capacidad de entrega de muchos artistas cubanos que han trabajado
de manera desinteresada motivados por objetivos sociales y humanos.
Resaltó que el tema de los impuestos ha de convertirse en un problema
de cultura y de ley en nuestro país. Se refirió entonces a la
situación económica actual de la Isla y a la necesidad de eliminar los
subsidios y gratuidades y de elevar las riquezas a través del trabajo
y la eficiencia, y a que se hace necesario establecer una
compensación hasta tanto se resuelva el mayor problema que es el de
la doble moneda y enfatizó en la significación de los impuestos en la
redistribución de la renta nacional.
Importantes intelectuales cubanos acaban de alertar sobre
el contenido
sexista y machista de algunas canciones difundidas masivamente en la
isla, algo que al parecer el Instituto Cubano de Radio y Televisión no
habría notado.
Seguramente en el ICRT estaban muy ocupados censurando el video clip
del dúo Buena Fe, donde aparecen dos chicas dándose un beso en la
boca, una imagen que al final aceptaron emitir a pesar de la carga
"pecaminosa" que contenía.
Pero la emisión de canciones o video clips en Cuba también responde a
una lógica de mercado, para nadie es un secreto que algunos grupos
musicales pagan -en efectivo o con prestaciones- para que su música
tenga una mayor divulgación a través de la radio y la TV.
Es en ese contexto que el Consejo de la Unión de Escritores y Artistas
(UNEAC) denuncia que en Cuba "la música que conforma el entorno sonoro
presenta lamentablemente una evidente carencia de valores que deriva
en una amplia gama de vulgaridades".
Sin embargo, la música y las letras de las canciones son un reflejo de
la cultura y los valores de un pueblo o por lo menos de una parte de
él. Y aunque fuera un virus inoculado desde el extranjero es evidente
que en Cuba encontró su "caldo de cultivo".
Es que la vulgaridad de las letras en las canciones estaba presente en
la isla mucho antes de que llegara el reggaetón. Algunos grupos
salseros cubanos ya habían allanado el camino, moldeando mentalidades
con un doble sentido tan evidente como soez.
Promoviendo abiertamente la prostitución, la canción de una muy
popular orquesta de salsa cubana recomienda a las muchachas acostarse
con viejos para que estos las mantengan, les compren joyas, casa,
coche y las lleven a las tiendas.
Llegan al extremo de decir que esa es la vida que las chicas tenían
que tener, caricaturizando así los versos de Nicolás Guillén, el poeta
nacional. No es reggaetón, no fue escrita por adolescentes, los medios
la difundieron y los adultos la festejan.
El hecho de que tanta gente baile y cante esas canciones demuestra que
algo no funciona bien en la formación de valores socioculturales. Pero
la solución de un problema de esa magnitud no surgirá atacando los
efectos sino las causas que lo generan.
La pregunta medular no debería ser ¿cómo las instituciones pueden
impedir que los jóvenes oigan esas canciones? sino ¿cómo trabajar
culturalmente para que los cubanos -sin importar la edad- rechacen las
canciones machistas, sexistas o vulgares?
Antes de culpar a los muchachos y muchachas, las generaciones que los
preceden deberían asumir sus propias responsabilidades, las que cada
uno tiene como gobernante, como intelectual, como artista, como
maestro e incluso como padre o madre.
La cultura y subculturas de los jóvenes son producto directo de la
formación que reciben, del sistema educativo de la nación, de la
familia, de los libros que leen o de los que no leen, de las películas
que ven y del poder de decisión que tienen sobre sus vidas.
La juventud es hija de su tiempo y de su entorno. Es allí donde hay
que influir antes de imponer normas jurídicas, como las ya anunciadas
por el Instituto Cubano de la Música. La prohibición solo servirá para
victimizar esas expresiones musicales e inflamar la rebeldía de los
adolescentes.
Un veinteañero me dijo que "poner trabas legales al uso de la música
es una bobería como lo fue la prohibición de The Beatles en los 60".
Me recordó que la generación de sus padres ya demostró que la juventud
no acata leyes sobre los "usos de la música".
La sociedad debería preguntarse cuanto de esa chabacanería, sexismo,
machismo y vulgaridad están presentes, de forma más o menos velada, en
los criterios impuestos por anteriores generaciones en temas como el
sexo, género, moda, arte, raza o tolerancia.
Los jóvenes necesitan más espacio social que prohibiciones. Y lo
necesitan en la música, en el ballet, en el cine, en la literatura y
en la política. Necesitan espacio para diseñar una nación con la que
identificarse, que se parezca más a su generación y a su tiempo.
Una buena apuesta sería darles voz y voto para crear los valores
éticos y estéticos que conforman el patrimonio cultural de la nación.
Porque tratar de imponer una formación "a imagen y semejanza" de sus
padres y abuelos es algo que no le dio resultado ni a Dios.
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