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La Santería en el ámbito social cubano
Awo Òrúnmìlà Ògúndá Ìwòrì
Víctor Betancourt Omolófaoró
Yesenia Selier Crespo
Ifa Iranlowo
, la Habana, Cuba, 2003

Este trabajo tiene como objetivo retomar nuestra identidad dentro del ámbito social y religioso del mundo contemporáneo, apelando a la memoria histórica que poseían nuestros antecesores En la medida que se vaya desarrollando el tema se irán puntualizando las diferentes denominaciones que se utilizaban en el contexto Lúkúmí a principios del siglo pasado.

En los últimos años se ha acelerado la divulgación de concepciones muy parcializadas de nuestros valores, la cual resulta muy dañina para nuestra identidad y reconocimiento histórico dentro del marco de las religiones universales. Nunca se nos permitió exponernos ni identificarnos. Algunos investigadores e historiadores, tomaron la vanguardia en la investigación y divulgación de nuestras formas de culto, unciendo la condición de voces autorizadas, relegando las de los practicantes. No desdeñamos la labor de investigación en si misma, pero nos arrogamos el deber de cuestionar los criterios seguidos para sopesar la calidad de las informaciones tomadas por ciertas, así como los que fundamentaron la selección de los informantes. Por ello, diferentes denominaciones que nada tienen que ver con el origen y objetivos de nuestro sistema filosófico, hoy se han investido de la condición de verdad.

La denominación "Santería" nos perjudica, esotéricamente, le da al culto de los Òrìşà un tono comercial. Suena así como “Cafetería”, “Dulcería”, etc. En muchos países una Santería es un establecimiento comercial en donde se venden imágenes y artículos religiosos. Correcto sería denominarla: “El Sistema de Ifá”, “Ifismo”, “Regla de Ifá”, “Los Olóşà”, “La Òşà”, “El Kárí Òşà” o, sencillamente “La Regla de Òşà”, esas serían más apropiadas.

La literatura actual, desde su posición de poder, ha ido imponiendo a la fuerza nuevas denominaciones que han desplazado el recuerdo ancestral y afectado nuestra identidad religiosa. La secularización y la folklorización de nuestro sistema de creencias han originado un alto nivel de confusión en las nuevas generaciones de creyentes, al tiempo que le faltan el respeto a la memoria de sus antepasados.

Dos tendencias se distinguen en la literatura referida a nuestro culto. La escrita por cubanos y la escrita por los yorubas. Esta ultima aporta ciertamente elementos del pensamiento tradicional perdido que sólo se puede encontrar dentro de una narrativa clara y entendible lejos de ser dañino. Lejos de dañarnos, nos da la justa medida para reconocer nuestros valores intrínsecos y la magnitud del desvío y la deformación religiosa. Pero es indispensable llamar la atención de que las formas de culto y de liturgia que conforma la variante cubana de esta práctica forman parte de un legado mucho más antiguo del que están divulgando los africanos actualmente. Por fortuna, se conservan en escasos ilé Òşà, todo el caudal legado de forma original. Hasta me atrevo a decir que poseemos valores tradicionales que los actuales yorubas no conservan. Cosa que puedo demostrar fehacientemente en mi colección favorita “El Lúkúmí” que aun no ha hallado espacio ni oportunidad para ser publicada.

Nuestros años de prácticas e investigación nos permiten señalar, críticamente, que existen dos únicos elementos que marcan un distanciamiento y ruptura con las prácticas originarias. El primero, el desconocimiento del lenguaje primitivo que impide que se conozcan los principios y razones conceptuales de lo que hacemos (el porqué) y, segundo el haber sustituido las àtupa o lámparas de aceite por las velas.

La Santería es un fenómeno social, es parte de la identidad cubana. Es una amalgama de pensamientos que vive en la mayoría de los cubanos. Sea cual sea el tipo de filiación religiosa. En Cuba un cristiano, un palero, un protestante, un Olóşà, un ñáñigo, etc, todos son Santeros. En Cuba cuando se tiene un problema se acude a cualquier tipo de sistema de creencia, integrando representaciones de distintas formas de culto como un todo. La desinformación y las incomprensiones en las que también participan no pocos practicantes hacen a la mayoría creer que un ñañigo es un palero, o un Olóşà es un espiritista y, esa forma conlleva a que el cubano se afilie a cualquier variante religiosa y llegue a fusionarlas indiscriminadamente.

El andar por las diferentes tendencias, crea ciertos compromisos con las entidades religiosas particulares, convirtiendo las casas propias en muchas ocasiones, en un museo múlti tendencioso. Este fenómeno social, mancilla la especificidad de los sistemas de creencia. Un santero puede ser católico e ir a la Iglesia a hacer una misa a un familiar difunto. Ni el cura utiliza elementos de la Òşà para invocar al difunto, ni el Òríatè que asiste a un familiar de la persona, en su iniciación, utiliza elementos de la Iglesia para sus funciones. La amalgama está en la mente del fanático y en su propio sistema de creencia, no dentro del sistema religioso.

Un cubano, en la actualidad puede ser: cederista, militante del partido, miliciano, brigadista, sindicalista, vigilante voluntario, delegado del poder popular, médico de la familia, presidente del consejo de vecinos, internacionalista, etc. Pero nunca podrá confundir los principios filosóficos de la medicina con los principios filosóficos del comunismo, aunque por tendencia trata de relacionarlo todo. Haciendo una reunión del partido dentro del quirófano y la guardia del CDR con la bata médica puesta.

La confusión esencial se produce por la asociación de todo al andamiaje externo de las ofrendas, del atavío de los practicantes y de los Iyawos, de los derechos para la realización de las acciones religiosas, y los efectos de la comercialización de todos nuestros atributos, con la religión misma. Lo que define tanto al santero o al bàbálawo es el proceso de iniciación, que comienza a partir de los tres toques sagrados en el recinto destinado para este fin. A partir de ese momento hasta convertirse en Olóşà o Bàbálawo no se aprecian elementos de otras denominaciones religiosas. Todo el proceso de consagración, comunicación y ritos sacrificatorios son íntegramente como nos fue legada de los antiguos africanos. Nosotros hemos afirmado insistentemente que no existe el sincretismo y lo sostenemos. Una persona no iniciada, en la Regla de Òşà, no puede entrar al cuarto sagrado, por tanto, tampoco posee la argumentación adecuada para enjuiciar acertadamente nuestras prácticas. Y por supuesto tenemos que reconocer que no son pocos los practicantes que también por conveniencias, por desconocimiento o por la distorsiones en su comprensión y explicación de la liturgia sopesan de modo inapropiado la calidad y costo de estos elementos externos.

Distintas deficiones que daban los Lúkúmí según la posición de cada persona respecto al culto.

1.- Àlejó – Visitante. Cuando se trataban de curiosos se les llamaba: "gbogbo ìgboro kòwá ilé" – "todos los de la calle que entran a la casa".

2.- Jèkígboyè – Persona que poseía los elementos prístinos y esenciales como collares y Òrìşà guerreros. Jèkí – permitir; gboyè – titularse.

3.- Ìyáwo – Iniciado en Òşà. Luego de un año se convierte en un Olóshà.

4.- Bàbálòshà o Ìyálòshà – Padre o madre de Òşà. Personas que ya tienen otras iniciadas bajo su custodia y control. Cuando alcanza una edad suficiente y un correspondiente conocimiento se les denomina Alagbàlagbà.

5.- Òríatè – Encargado de las iniciaciones y la lectura del oráculo "Dìlógún". Cuando se destaca por encima del resto de Òríatè y es encargado de la responsabilidad máxima, dentro de la dirección ritual, se le denomina Oba.

6.- Omofá y Apètèbí – Hombre y mujer que poseen la preiniciación de Ifá conocidas como owofákán e Akofá.

7.- Bàbálawo – Adivino Sistema del sistema de Ifá. Cuando alcanza un grado elevado se sabiduría por encima de sus congéneres se le denomina Olúwo.

Dentro de la Regla de Òşà se apreciaban otras denominaciones que estaban relacionados con la divinidad que la persona poseía. Como era muy común recibir solamente una, el conocido Òrìşà tutelar, se utilizaba una forma de identidad. Ejemplo los hijos de Òshùn, Oya, Aganju, Òbàtála, etc., se les denominada Olo Òshùn, Olo Oya, Olo Aganju, Olo Òbàtála, etc., La palabra “Olo” significa dueño de. Excepto en el caso de Şàngó o Yemoja que por su carácter autoritario no aceptan ser dominados por nadie por lo que, los que lo tienen como Òrìşà tutelar se les denomina Oní Şàngó u Oní Yemojá. La palabra Oní significa: posee.

Tradicionalmente un adorador de Şàngó requiere de Yemojá por ser la única divinidad que puede aplacar la furia e ira de Şàngó. Entonces se les entregaba la divinidad Yemojá. A estos se le denominan Oní Oní.

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