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Pedro Perez Sarduy

The Bacardis

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BACARDÍ: LA GUERRA OCULTA
Pedro Pérez Sarduy
| Londres  10/2002

En su exploración sobre el imperio Bacardí, Calvo Ospina muestra cómo se han estrechado los lazos entre la CIA y una organización de extrema derecha conocida como Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), con sede en territorio estadounidense, al mismo tiempo que revela los vínculos de la ronera con la actual administración de George W. Bush. La fascinante lectura de este libro, nos muestra además cómo los intereses económicos de las compañías transnacionales son también movidos por resortes políticos.


Lo que voy a contarles me ocurrió un día cualquiera a principios del siglo XXI mientras caminaba por el centro de Londres. La mirada distraídamente ocupada esa tarde de linda primavera, choca con un monumental anuncio en el trasero de una guagua roja de dos pisos… pensé que era una ilusión y no le presté atención…aunque en el subconsciente, mi disco duro trataba de cotejar la imagen…Sigo caminando y aparece la misma imagen en otro de aquellos emblemáticos ómnibus rojos del transporte urbano de la capital británica: un gigantesco y estilizado murciélago anuncia a toda página BACARDÍ –CASA FUNDADA EN SANTIAGO DE CUBA EN 1962 –por supuesto, en inglés.

De inmediato asocié la agresividad de aquella publicidad a una competencia más que desleal de la famosa marca de ron, establecida precisamente en esa fecha y en esa hermosa ciudad oriental de Cuba, pero que desde hace mucho tiempo su sabor adolece de autenticidad.

Recordé entonces que durante una residencia académica en San Juan, Puerto Rico, entre 1997-8, la fábrica Bacardí celebraba su fiesta anual en los amplios jardines de destilería en esa Isla. En los supermercados, el ron Bacardí menciona claramente en su etiqueta que es un producto elaborado en Puerto Rico. También vino a mi memoria escenas del verano de 1981 en las afueras de Barcelona, cuando mi familia y yo nos detuvimos en una alfarería en busca de algunas cazuelas de barro…y charlamos amistosamente con el gerente, quien agradeciendo nuestra compra y al saber que veníamos de La Habana, nos invitó a brindar con ron español (¡?). Para sorpresa nuestra aquel simpático catalán plantó encima de su mesa de trabajo tres vasitos de fino cristal y una imponente botella de ron Bacardí carta blanca. Aunque la etiqueta no intentaba ser prepotente —estipulaba que estaba “Embotellado bajo autorización y especificaciones de Bacardí & Company Limited”. Saboreé el licor por puro compromiso y en agradecimiento a la solidaridad. Aquel amable gallego insistía, un cuarto en broma y el resto en serio, en que ese ron era ‘español de pura cepa’ hecho con mieles cubanas.

Tal vez, a lo que se refería aquel hombre es que uno de los creadores del que fuera un exquisito ron, Facundo Bacardí, había nacido no muy lejos de allí, en la catalana ciudad costera de Sitges.

Han pasado veinte años. Ahora tenía en mis manos un pequeño libro que revela la historia oculta de una de las más conocidas marcas de mayor éxito mundial –junto a Gap, McDonalds y Nike entre otras, según afirman diferentes autores, como Naomi Klein en su libro New Logo (Nueva Etiqueta), de gran éxito editorial.

Se trata de BACARDÍ: the hidden war (Pluto Press, London 2002), del periodista-investigador colombiano Hernando Calvo Ospina, que viajó a Londres a principios del otoño de este año para el lanzamiento de la versión inglesa de Ron Bacardí: La Guerra Oculta, donde el autor de Salsa, Havana Heat, Bronx Beat (London, 1995) entre otros libros, expone las actividades comerciales y políticas del imperio Bacardí, así como los tentáculos de su poder tanto en Washington, DC como en el extranjero, vinculándolo a la CIA y al papel que esta agencia de espionaje norteamericano jugó en una escandalosa guerra comercial entre Europa y EE. UU.

Desde el mismo momento en que fuera nacionalizada por el gobierno revolucionario de Cuba en 1960, la empresa Bacardí, ubicada en parte en la Isla, se ha esforzado en implementar nuevas leyes comerciales que incrementen su monopolio mercantil.

El mayor competidor de Bacardí, el ron Havana Club, se fabrica en Cuba, lo comercializa la compañía europea Pernod-Ricard. Representada por un equipo de abogados que incluye a Otto Reich —elegido del presidente norteamericano George W. Bush para el puesto de asesor de Asuntos Latinoamericanos—, el libro de Ospina nos cuenta cómo Bacardí participó en la redacción de nuevas leyes comerciales donde se especifica que cualquier marca registrada en Cuba no puede ser reconocida en EE.UU. Esto supone que el ron Havana Club, de Pernod-Ricard no es protegido en los EE.UU., algo que la Unión Europea esgrime como una grosera violación de las leyes del comercio internacional, burlándose de los principios que gobiernan los derechos de la propiedad intelectual.

La historia comenzó en tiempos de Ñañá Seré, cuando a mediados del siglo XVIII la corona española se encaprichó en que Cuba solo produjera azúcar, con lo cual hacia 1791 nuestra Isla se imponía como la primera productora mundial y exportadora. Por aquella época los machetes de los esclavos haitianos dejaron de cortar caña y pasaron a cortarles la cabeza a sus amos. No pocos asociaron la sublevación con el consumo del ron.

Con el azúcar, se perdió el ron allá por 1830, cuando José y Facundo Bacardí-Mazó, dos hermanos catalanes llegaron a la ciudad oriental de Santiago de Cuba en busca de rápida fortuna. Luego de intentarlo con diversos negocios durante tres años, y según consta en los registros comerciales de la época, los hermanos inscriben la Sociedad Facundo Bacardí y Cía, que negociaba artículos para confeccionar prendas de vestir.

En medio de la abundancia, la economía de la colonia cubana entra en crisis en 1857 y se pierde el comercio con Francia y Alemania que habían empezado a extraer azúcar de remolacha.

Vale la pena abrir otra ventana digital para explicar brevemente el origen de la firma Havana Club, sobre la cual el gobierno de Cuba ha entablado una ardua batalla legal contra Bacardí con el fin de reivindicar sus derechos de comercializar el ron cubano.

Registrada en 1935 por Arechabala, una familia de origen vasco, España, la marca Havana Club comenzó a producir ron en Cuba con los derivados de sus negocios azucareros. Durante la década de 1950, la compañía entró en dificultades y los Arechabala permitieron el colapso de la firma. Luego del triunfo de la revolución de 1959, el gobierno cubano nacionalizó la destilería y registró la marca en más de 80 países, incluyendo EUU. Desde 1993, en que Havana Club se comercializa en asociación con Pernod-Ricard, las ventas del ron cubano ascendieron considerablemente, llegando a vender un millón de cajas de 12 botellas, anualmente.

Bacardí, que monitoreaba atentamente el creciente éxito de la ‘joint venture’ franco-cubana, decidió en 1997 ‘comprar’ la marca a la familia Arechabala luego de que Bacardí creara su propia versión de Havana Club que había entrado al mercado norteamericano el año anterior. Al mismo tiempo se inicia el corre-ve-y-dile, es decir, el cabildeo. Posteriormente, la familia Bacardí invoca una serie de controvertidas leyes estadounidenses, donde se penaliza a toda compañía extranjera, como Pernod-Ricard, que se atreva a invertir en sus antiguas propiedades en Cuba.

En su libro, Hernando Calvo Ospina explica que las implicaciones de esta creciente disputa en la que está metida Bacardí, es consecuencia de las quejas de la Unión Europea ante la Organización Mundial de Comercio, lo cual ha motivado que la gigantesca ronera esté actualmente bajo escrutinio por la Oficina de Justo Comercio (Office of Fair Trading).

En su exploración sobre el imperio Bacardí, Calvo Ospina muestra cómo se han estrechado los lazos entre la CIA y una organización de extrema derecha conocida como Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), con sede en territorio estadounidense, al mismo tiempo que revela los vínculos de la ronera con la actual administración de George W. Bush. La fascinante lectura de este libro, nos muestra además cómo los intereses económicos de las compañías transnacionales son también movidos por resortes políticos.

De vuelta al presente, nos encontramos con un interesante estudio protagonizada por los estudiantes británicos —que no se callan la boca. Y no es que ellos sean más especiales que otros, pero ocurre que cuando se trata de defender sus derechos y convicciones políticas, a los estudiantes de cualquier parte del mundo no les faltan palabras y argumentos. Los de Gran Bretaña no son la excepción. Ya sea cuando boicotearon al banco británico Barclays, por sus vínculos con el régimen de apartheid del gobierno sudafricano o contra el gobierno de Margaret Thatcher cuando suprimió la cuota de leche gratuita a los escolares.

A mediados del año 2000, ocurrió un hecho aparentemente inusitado, que puso a prueba nuevamente la voluntad del estudiantado británico. La sección comercial de la Unión Nacional de Estudiantes aprobó por votación un polémico contrato de tres años con la firma Bacardí. El acuerdo, valorado aproximadamente en un millón de dólares norteamericanos, estipulaba que en lo adelante los bares estudiantiles solo expenderían el ron blanco Bacardí, en detrimento de su rival cubano, Havana Club. A menos que la Unión votara individualmente para prohibir totalmente a Bacardí, esta ronera sería la absoluta beneficiaria del negocio en detrimento de Havana Club. Debo aclarar que no es que los estudiantes británicos sean bebedores empedernidos, sino más que en este sentido de tener ‘pubs” o tabernas, los británicos son algo liberales — ¡aunque con frecuencia pecan de excesos a la hora de empinar el codo!

Bacardí ya controlaba el 95% del mercado de ron blanco entre los estudiantes y se le pudiera acusar de imponerse abusivamente. En asambleas los estudiantes de dos de las más elitistas universidades, la de Oxford y la de Cambridge, decidieron boicotear a Bacardí. Otras se le unieron posteriormente.

Pero esto no ocurría solamente en los predios académicos. No me refiero al boicot, sino a esta práctica de la ronera. La ilegal competencia se ramificaba por clubes y los populares y casi siempre concurridos ‘pubs’. En Edimburgo, Derick Owner, dueño del bar Cuba Norte reportó haber rechazado una oferta de dinero en efectivo para que desplegara visiblemente en el bar y vendiera solo el ron Bacardí.

Otro caso, aun más escandaloso fue el del bar/restaurante CUBANA, cuyo dueño, Phillip Oppenheim —antiguo miembro del Partido Conservador— sí aceptó un contrato de un año. Luego de haber perdido su bancada en 1997, el también ex funcionario del Ministerio de Hacienda británico le dio por abrir un restaurante a la cubana en una atractiva zona de Londres. Independientemente de que la comida es más españolizante que criolla, el trago que ofrece no era genuinamente cubano. Sin embargo, dijo el señor Oppenheimen “Bacardí nos da un apoyo sustancial a cambio de que vendamos solamente su marca.”

El establecimiento CUBANA se enorgullece de ser un centro de entretenimiento muy amigo de Cuba, a juzgar por la múltiple memorabilia revolucionaria, incluyendo banderas cubanas, fotos de dirigentes históricos de la Revolución cubana, mezcladas con el kistch habitual de ‘cubanas rumberas’ a la usanza de mediados del siglo pasado, hasta con un grupo regular de músicos cubanos, algunos de ellos improvisados, que con fuerte conciencia patriótica castigaron al dueño con quejas para que quitara el ‘dichoso Bacardí ese que ni es cubano ni es ron…y además, es malísimo’, como me dijo “El Tío” , un simpático músico y animador nacido y criado en Centro Habana, que mantenía al público bien entretenido los fines de semana.

Tanto dio el cántaro en la fuente hasta que se rompió y el tal Phillip desechó la idea de vender Bacardí —menos en exclusiva. Y es que, cuando de ron se trata, con los cubanos de verdad, no hay arreglo. Pero no solamente los criollos de la Isla, sino los verdaderos conocedores, como afirmó a fines del siglo XIX el mismo Facundo Bacardí Mazó, uno de aquellos dos intrépidos hermanos, según consta en El libro de Cuba, publicado en La Habana en 1925: “En verdad, no hubo ni podrá haber en ningún momento de la historia, ni en país alguno, ron como el nuestro [el énfasis es mío]. Ni semejante siquiera. Los que se fabriquen fuera de Cuba no disponen de la mejor materia prima que existe, que son las mieles de caña cubanas precisamente.”

Pero, no es del licor propiamente dicho de lo que se trata, y esto Hernando Calvo Ospina, lo expone claramente en su casi novelado relato investigativo a lo largo de sus casi 200 páginas, que incluyen reveladoras fotos y documentos, para recalcar que no son fantasías especulativas las que ha reunido en este volumen.

Según escribe en el prólogo James Petras, profesor de Ética Política de la Universidad de Binghamton, al norte del estado de Nueva York, “…este estudio sostiene que las multinacionales no son simplemente entidades económicas que persiguen objetivos de expansión comercial, sino que llegan a ser entidades políticas utilizadas por el Estado para asegurar actividades ilegales…”.

Al final del lanzamiento, todos brindamos Havana Club con hielo, a la roca, por el éxito de un libro tan sabroso.
 

 

 

 

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