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Quintín Bandera y su asesinato
traicionero:
preludio inevitable para la creacion
del Partido Independiente de Color
Eugène Godfried, 9/05
Tenía 73 años de edad cuando el mambí decidió, otra vez, empuñar las armas para luchar en la llamada
Guerrita de Agosto, en la cual los seguidores del Partido Liberal decidieron enfrentarse al gobierno de Estrada Palma. En el contexto de esta confrontación fue, traicionera y cruelmente, asesinado el General de tres Guerras de Independencias de Cuba, el 23 de agosto de 1906, y en el que también murieron dos de sus
ayudantes.
¿Cuáles eran los pasos de la traición?
El general estaba sentado en un muro, junto a la entrada de la finca de Manuel Silveira, en Arroyo Arenas, La Habana, cuando se le acercaron unos guardias rurales a caballo. Quintín creyó que le traían un salvoconducto que esperaba. A corta distancia de él y ante el titubeo de los hombres, quizás al reconocer la ancianidad gloriosa del viejo guerrero, se escuchó la voz del capitán:’
-¿Qué hacen que no cumplen la orden?
-¿Van a matarme así? – habló Bandera y su voz fue acallada por un disparo.
Lo que tuvo lugar fue realmente horrible e inenarrable. A machetazos se ensañaron con su cuerpo. Igual suerte corrieron Angel Martínez y Joaquín Garrido, que estaban cerca de él.
El general Loynaz del Castillo relataría así lo sucedido: “Quintín había sido el primero en realizar acciones de guerra en la revolución de 1906. Después de tomar Arroyo Arenas acampó cerca de la Laguna de Ariguanabo (…) después de salir de la Laguna, el general se dirigio a la finca de Silveira, de la que estaba encargado un isleño lechero (…) El hombre anunció que iba a la Habana y Quintín, desoyendo los consejos de sus ayudantes que le recomendaban que no lo dejara ir, envió con él una carta a Silveira para que éste pidiera un salvoconducto al gobierno”.
Quintín consideraba fracasada la revolución y quería salir al extranjero.
“Sé que Silveira llevó la carta a Palacio; pero el Presidente Estrada Palma en vez de darle el salvoconducto, dijo que había que hacer un
escarmiento..”
En el libro Doce muertes famosas, escrito por el periodista Manuel Cuéllar Vizcaíno, se exponen documentos que hablan por sí solos, según el
autor.
Se trata de notas oficiales de Palacio, fechadas durante los días 20 al 23 de agosto, relacioadas con el crimen: “Con estos documentos, refiere Cuéllar Vizcaíno, salta a la vista que todo ocurrió así: Quintín envió con el isleño de la finca la carta a Silveira, que estaba en la capital. Silveira contó a alguien la pretensión de Quintín o lealmente gestionó lo que el general quería. Enterado el presidente mandó a buscar a Silveira. Lo demás está dicho; pero debemos advertir que la carta fue encontrada en un bolsillo de Quintín, ya macheteado. Está claro que se la colocaron allí.”
El capitán Ignacio Delgado, jefe del pelotón asesino, se encargó de dar una versión diferente a través de una entrevista publicada en el periódico El Mundo, el 24 de agosto de ese año 1906: “(…) Era ya muy entrada la noche, nada se veía, ni la palma de la mano. Sin saber por qué ni por dónde cae sobre nosotros con un fugo nutrido y sostenido, una partida de rebeldes. Ordené un ataque en firme y se entabló la lucha parte a parte (…) Ordené inmediatamente un reconocimiento en el campo y a la luz de varios fósforos recogimos tres muertos (…) Yo me había sospechado que uno de los muertos era Quintín Bandera, no solo porque le había reconocido el rostro a la luz de los fósforos, sino porque en el momento de la lucha sentimos todos su voz ¡¡Al machete!! ¡¡Al machete!! Traté de convencerme en el camino y adquirí la certeza de que sobre uno de los caballos llevaban a Quintín Bandera. Declaro que quedé sorprendido (…)”
Como si no fuera suficiente, siguieron los ultrajes después de la muerte del
General Mambí
Con gran sentido de sadismo y vil triunfalismo, el cadáver del general mambí fue expuesto al público sin escrúpolos alguno y se prohibió todo acto que honrara al patriota. No obstante eso, hubo serias protestas por ese tratamiento, tal y como aparece en La Nota del Día, publicada en el periódico El Mundo. Reporta el Mundo, el 24 de agosto: “La muerte del general Quintín Bandera sabida en esta ciudad en las primeras horas de la mañana de ayer, ha sido juzgada como una gran contrariedad para los alzados y como un triunfo parcial para el gobierno (..) Y, ya que las víctimas de la actual revuelta hablamos, hemos de decir sin meternos a profanos, que censuramos que los cadáveres de los jóvenes pinareños hayan sido entregados a sus familiares y el de Quintín se le haya negado a sus parientes (…).”
El caso es que según narran los textos, los restos de Quintín Bandera sólo pudieron tener sepultara gracias al capellán del Cementerio de Colón, el padre Felipe Augusto Caballero, quien le confesó a la viuda del patriota haber puesto sus iniciales sobre la tumba para señalar el lugar.
Así fue de sombría la suerte final que corrió este hombre nacido en Santiago de Cuba en 1833, quien estuvo presente en las guerras del siglo XIX por la independencia de Cuba, y en las cuales fue ascendido a los grados de general de brigada por su valor ilimitado. “Pelear era su oficio, escribió Cuéllar Vizcaíno sobre este valiente, que septuagenario, también luchó en la Guerrita de Agosto a comienzos del XX.
Los momentos postreros de Quintín, como los de tantos combatientes del Ejército Libertador, no pudieron ser mas tristes y humillantes luego de la intervención norteamericana. Ya en la recién creada República neocolonial, fue a Palacio a buscar ayuda y Estrada Palma le ofreció cinco (5) pesos, que el patriota indignado tiro al suelo. Los comentarios públicos contaron después que tras una larga búsqueda de trabajo, se vio finalmente al viejo mambí recorrer las calles, repartiendo a las lavanderías pequeñas, muestras de jabón que publicitaba la fábrica Crusellas. Esto fue poco antes de alzarse en la Guerrita de Agosto.
Y si triste fue esta terrible etapa de su existencia, no menos lo fue la muerte, sin haber podido ver con sus cansados ojos la verdadera independencia a la que había dedicado su vida. Por eso, por encima de polémicas y controvertidas versiones, el gran Quintín Bandera merece ser recordado con el respeto y la admiración que de alguna manera nuestra exposición pretenden brindar a la conciencia humana.
Estas brutales acciones con el fin de aplastar las demandas del pueblo de descendencia africana, exigieron, automáticamente, otras respuestas militantes por parte de esta categoría social amenazada, que no podía darse por vencida. Ahora, la lucha se concentraría en el nivel político – jurídico: la creación de un movimiento político representativo y amplio -- el Partido de los Independientes de Color. No pudo ser de otra forma tampoco. Evaristo Estenoz a servido anteriormente como edecán del legendario General Quintín Bandera. Evaristo Estenoz es testigo del hecho que ni la elite euro-ibero-española reunida en el Partido Conservadora ni tampoco, como la práctica ha demonstrado, la misma elite en el Partido Liberal era de confiar para asegurar el bienestar de las masas humildes de color.
Eugène Godfried
Periodista/Comunicador Social
Trabajador Socio-Cultural-Comunitario
Radio Habana-Cuba
Radio CMKS-Guantánamo
Guantánamo, 15 de septiembre, 2005
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